En mi viaje a Lima de hace unas semanas, me reencontré con
una amiga para charlar en un café después de muchos años, recordando los viejos
tiempos, cuando éramos mantenidos, con muchas locuras en la mente y sobre todo
cuando aún estábamos por recién ingresar a base veinte —hoy ya más cerca de la
base treinta—. Conversamos sobre la vida con otra visión; ambos venimos desde
las pérdidas, las derrotas y las frustraciones de sueños e ideales que
aspirábamos. Así, poco a poco llegamos a tocar el tema de los vacíos en nuestra
vida. Y fueron estos vacíos los que llenaron nuestra tertulia de aquella noche.
Me gusta ver esos vacíos como más bien un lleno pesado. Cargar con
frustraciones, angustias, silencios, pasado tormentoso y futuro incierto; esto
es paradójico porque cada emoción no resuelta se acomoda en la vida, entonces
llega un momento en que estamos saturados por todo aquello que no hemos podido
resolver.
En el vuelo de retorno a la majestuosa Arequipa, pensaba y
reflexionaba que en la vida a veces se nos olvida cómo encontrar de nuevo la
felicidad, porque estamos tan sumidos en sentir lo negativo.
Me resuenan mucho las palabras de mi amiga; ella me dijo:
“Haz el siguiente acto de creatividad: recuerda un momento feliz en este año
—valdrá la pena—, ahora transpórtate a ese lugar; basta un aroma, una palabra,
una melodía, para traer al presente un recuerdo que pueda de alguna manera
levantarte un poco”.
He aprendido que la felicidad está en lo aparentemente
inútil, en lo básico, en una copa de vino en la mano, en una conversación, en
un mensaje, en un café, en la canción que suena a lo lejos en medio de la
calle, en una imagen que te recuerda a alguien. Así que ahora me quedo con lo
poco que se necesita para retomar la plenitud de la vida.
La amistad es un don sobrenatural, porque es una decisión
que hace que la vida valga la pena, pues una amistad te enseña y te acompaña a
afrontar con serenidad las dificultades que tiene la vida. Benditos esos
vínculos amicales, que le permiten a uno surcar los mares de la tristeza, la
soledad y el miedo. Más aún ahora, donde hay muchos vínculos que son irreales.
Casi al final de nuestra conversación, llegamos a la
siguiente ilación: Ya no dejemos que nuestras acciones del pasado definan un
día más de nuestra vida. No todo está jodido. Así que recuperemos la confianza
poco a poco. Y mandemos a la mierda todo aquello que ya no resuena con
nosotros.
Soy consciente de que muchas veces todo puede quedar en
palabras y en ocasiones hay veces que con ello no basta. Por lo que yo era
consciente, ella podía no aspirar a intentarlo por el sufrimiento que
atravesaba, pues su mente le diría que era imposible salir de allí y eso es lo
más natural. Yo he estado allí. Encontrarse en ese estado mental emocional no
es ningún delito; aprendamos más bien a reconocerlo y cambiarlo, porque la
resistencia al cambio —en este caso a sufrir— es en definitiva lo que más nos daña
y no siempre es por la adversidad del momento.
El estar aferrados es un gran desgaste de energía mental y
emocional constante; es anímicamente agotador, lo que desemboca en irritación,
necedad y demás emociones negativas. Esto sin duda altera y afecta a todas tus
esferas, dado que netamente estás minando tu interior, por lo que todo aquello
que te rodea termina muy dañado.
Todos tenemos días donde a veces no entendemos ni lo que
estamos haciendo, pero ello no tendría que ser la tendencia imperativa de la
vida. He aprendido que en la vida debemos aprender a soltar, porque no podemos
estar llevando a cuestas cosas que no son para llevar. Si vas a cargar con
algo, lo idóneo es que cargues contigo mismo, no un recuerdo, no la ausencia o
presencia de alguien, un dolor ajeno, porque si te centras en lo negativo, lo
que ocurre es que has hipotecado tu vida. Si esta situación se vuelve una
constante, lo que acaece a continuación es que pierdes la perspectiva del
horizonte, porque al aferrarte, la tensión de tu interior en algún momento
llegará a implosionar, y eso lo he visto en mí y ahora en mi amiga. Esto
distorsiona la realidad, porque nos empuja a estar en el mundo desde una
perspectiva negativa. Finalmente, inconscientemente somos nosotros los que
afectamos nuestra capacidad para apreciar las cosas positivas de la vida;
entonces se provoca una adicción para distraerte de todo lo bueno que puedes
tener en tu vida.
He aprendido que nada es para siempre, somos finitos, pero
ahora también sé que aquello que cuidamos dura más; las tragedias no son
sempiternas, pero muchas veces no nos damos cuenta de que el estado actual que
presentamos no será el permanente. La transitoriedad es una herramienta
poderosa, porque eso hace a la vida sumamente hermosa, con su dinamismo
excepcional. Cuando pasas a aceptar que en la vida nada es fijo, es la única
manera de poder cambiar la perspectiva de las cosas, porque entonces ya no ves
tu vida como un veredicto, sino más bien como una parte pasajera del camino que
has de recorrer.
Todos tenemos el poder de cambiar la narrativa de nuestra
historia; somos los actores y autores principales de nuestra vida, y más
importante aún es que nosotros tenemos la potestad de escribir a cada momento
un nuevo desenlace.
En la vida de cada uno de nosotros hay un momento de
inflexión psicológica, porque es ahí donde llegamos a una liberación de cargas;
esto sucede cuando conscientemente queremos terminar con ese estado, donde
tomamos la decisión. Esto no significa que los problemas hayan terminado o
desaparecido, sino más bien es hacerlo desde la aceptación, donde no hemos
olvidado la lección que dejó la adversidad sufrida. La aceptación no es
conformidad, sino que más bien es la comprensión de que uno tiene el poder de hacer
frente de manera constructiva a su realidad en la vida. Cuando esta inflexión
se presenta en un momento muy crítico de la vida, a nivel cerebral ocurre un
cambio muy significativo en la forma de enfrentar las emociones, porque implica
una elección de cómo quieres vivir en relación con las circunstancias que
acontecen en tu vida. Ya que dejas de ser pasivamente afectado por tus
circunstancias y pasas a tomar el papel activo de las emociones.
En algún momento, todos en nuestra vida hemos tenido o
tenemos terror de afrontar las circunstancias, y bien decir: “Se acabó, ya no
más”. Conozco a personas a las que les espanta la idea de renunciar a su
trabajo, pero no les da terror quedarse treinta años de su vida en un trabajo
que no disfrutan. Aunque la mente trate de razonarlo, habrá un punto donde no
será verosímil. Cuando la mente está lista para trabajar con el corazón,
aquello que parecía muy pesado para trabajar de pronto empieza a transformarse;
la sanación no es negación, sino más bien integración. Solo en el momento
presente es donde tenemos la oportunidad para influir en nuestra vida.
Hay muchas personas que incluso están aferradas a su propia
personalidad; hay gente que dice "yo soy así y me voy a morir así",
pero si les quitas esa forma de ser, de pronto desconocen quiénes son, porque
toda su personalidad está basada en la sensación. Estamos tan arraigados con
nosotros mismos, a nuestra personalidad, que, si tan solo nos despegamos de las
ideas más arraigadas con objetividad, creo que muchos de nosotros sentiríamos
vergüenza de nuestros propios puntos de vista, de aquella incapacidad que nos
impide ver más allá de las barreras que nosotros mismos hemos construido. Hoy
lo que nos separa es la indiferencia, no la distancia. Así caemos en darnos
cuenta de que nuestros pensamientos y opiniones, que a menudo defendemos con
fervor, solo reflejan los miedos y las experiencias que son muy limitadas. Si
nos despegamos de nuestra perspectiva, aprendemos a ver la vida desde un ángulo
más amplio. Así aprendí a reinterpretar mi propia vida, y es único cuando nos
permitimos hacerlo. La sabiduría no reside en tener la respuesta, sino en tener
la disposición de cuestionar, de aceptar nuevas interrogantes y que tus propias
respuestas merecen nuevos cuestionamientos. Porque solamente así serás capaz de
resolver los conflictos presentes con mayor capacidad; al aceptar las
limitaciones, así abres una nueva perspectiva. El cambio solo comienza con un
pequeño paso: cuestionarnos. Así no solo contribuyes a tu enriquecimiento, sino
que también contribuyes a la construcción de quienes te rodean. Descubre la belleza
de la incertidumbre, la belleza de la apertura mental y emocional; la vida
siempre te ofrece la oportunidad de verla con ojos nuevos.
Mientras más uno se apega al egocentrismo, más nos
encerramos en nuestras inferioridades. He conocido gente que ha preferido ser
admirada antes que ser amada, ser importante antes que sabios; en conclusión,
prefieren parecer y no ser. Hoy el negocio de la vida es ese, ser el personaje
y no la persona. Pero como todo en la vida, son los embates, aquello que nos
ayuda a recuperar la humildad, siempre que sea desde un nivel consciente. Todo
embate en la vida es una invitación a renacer. Las personas se condenan al
sufrir desde que piensan que todo debería ser de una manera, o sea, a la manera
de cada quien. Como bien diría Aldous Huxley: “La verdad que hace libres a los
hombres es, en gran parte, la verdad que no prefieren escuchar”.
Primero tenemos que ser conscientes de que hemos esclavizado
nuestro potencial, por lo que se debe tomar coraje, pero no mañana, sino más
bien ahora mismo; hay que dejar de esperar la oportunidad “perfecta”. Una
verdadera oportunidad es una elección que llega como fruto de la perseverancia,
pero sobre todo de la disposición. El momento no va a llegar como por arte de
magia; tú tienes que provocarlo, tienes que forjarlo. Quizá haya una cuota de
azar, pero de qué sirve esperar a que llegue si no más bien lo provocamos. No
existen los errores del pasado, ni los del futuro, solo del presente, porque
existen oportunidades que solo estarán una vez en la vida, que son únicas y
exclusivas; corresponde pelearlas, aunque como siempre sea el miedo a veces más
grande que la decisión de abordarlas. Porque, como bien escuché alguna vez,
acertar es aburrido; por el contrario, equivocarse es divertido cuando quieres
modificar, crear; la verdadera expansión mental viene de los errores.
Nuestras manos están hechas para mucho, para levantar al
caído, para abrazar a quien queremos, pero también para sujetar lo que es de
uno. Las decisiones solo se transforman cuando se llevan a la acción. El único
paso indispensable es aquel que damos con la resolución de no retroceder; ese
es el paso que tiene coraje.
El coraje es el combustible de las grandes experiencias; sin
coraje uno se queda atrapado en su zona de confort, que parece que nos mantiene
a salvo, pero en realidad nos mantiene a salvo a costa de sentirnos vacíos. Los
momentos increíbles suceden en los márgenes de lo desconocido, donde el riesgo
y el miedo se encuentran.
He aprendido que, si uno quiere una vida memorable, pues
amerita tener coraje, porque si no, solo te conviertes en un espectador más, en
una rutina que finalmente solo anestesia. Los momentos increíbles solo llegan
cuando te atreves a deshacerte del miedo. Existe una verdad, lo memorable;
antes de serlo no es seguro, por ello nunca llega si no tienes coraje. Lo
muestra la historia: Víctor Hugo se tomó diecisiete años para publicar “Los
Miserables”, Beethoven necesitó siete años para componer la “Novena sinfonía”,
Leonardo Da Vinci más de treinta años dedicados a sus estudios sobre el cuerpo
humano; y nosotros a veces, por algo en lo que llevamos un año de trabajo, ya
nos rendimos, creemos que fue mucho.
A mi amiga le recomendé practicar las respiraciones
profundas, porque noté también que el respirar es un acto de rebelión, de tener
coraje, y cada vez que respiramos al mismo tiempo es un testimonio de nuestra
fugacidad; la existencia nuestra está condenada a ser finita. Pero tenemos un
gran poder, el de escribir nuestra propia historia y que en algún momento valga
la pena contarla; eso depende fundamentalmente de nosotros mismos.
El miedo no tiene que ser un enemigo, porque en su gran
mayoría el miedo es la sensación que refleja que eso valdrá la pena también. La
acción es lo que nos define; es hora de actuar, a pesar de no tener todas las
respuestas, con miedo, pero también con coraje. La verdadera magia sucede
cuando uno da el primer paso, aunque sea imperfecto, aunque sea pequeño, aunque
sea incierto. No se trata de saber de cuánto tienes, sino más bien de cuánto
has contribuido al entorno. Las acciones que haces hoy son la piedra angular
que dará sostén al futuro; los sueños no son aquellos que uno ve cuando está
dormido, sino más bien todo aquello que no deja dormir. Continúa con la certeza
de que construyes la invisibilidad temporal; es solo el preludio de un
despertar. Conversar sobre esto con mi amiga me hizo recordar que debo seguir
viviendo intensamente, sin importar cuán grande sea el miedo, porque como seres
humanos, recordemos que tenemos finitud, que quizá mañana no volvamos a ver la
aurora del sol. Vive la vida que te gusta, abraza tu esencia, tu autenticidad,
avanza sin esperar nada, elige lo que quieres para ti cada día, explora tu
vida, equivócate, celebra, y no encajes, que en realidad no somos tan
importantes como creemos.
Arriesguémonos a perder lo que en realidad nunca ha sido
nuestro; abracemos nuestras rarezas porque la vida es un fideicomiso, y
custodiemos lo que la vida nos ha otorgado. No traicionemos la oportunidad de
la vida, porque el destino hay que provocarlo.