jueves, 25 de julio de 2024

La felicidad

Pienso que el éxito no es la felicidad, ni por asomo. Cuantos exitosos terminaron mal su vida, por exceso de drogas, por velocidad, suicidio, por estar mal con la familia, y uno dice, pero ¿por qué?, si lo tenía todo y esas experiencias simplemente demuestran que nadie lo tiene todo.

Víctor Hugo decía que la palabra éxito es abominable porque su cercanía con el mérito suele engañar a la gente. Hay éxito en personas que no tienen merito alguno. Y también hay meritorios a los que nunca les ha tocado el éxito.

Por eso me gusta luchar por ser meritorio para dar lo mejor que pueda desde lo que soy. Como ahora que estoy escribiendo estas líneas, cuando estoy en el trabajo y así en infinidad de cosas que pueden ser mundanas, pero el gusto está en la lucha de que sean meritorias. La felicidad está en las cosas simples de la vida, en lo cotidiano, en una charla, en tomar un café, en estar con amigos, en escribir, en leer, en bailar, en ir al gimnasio, en ir al trabajo, en lo que hacemos día a día.

Para mí hay días donde el proceso de escritura es tortuoso, porque la primera historia va desde lo que queremos contar, desde el tema que uno quiere escribir, pero cuando te sacas de encima una primera historia escribiéndola e hiciste una catarsis en ese primer escrito ya habiendo volcado todo lo que querías decir, después se puede volver algo sinuoso.

Es así como hay días en donde fluctuó con una intensidad única, en donde hasta he escrito más de veinte hojas en un día. Y también aquellos días en donde simplemente no sé cómo escribir o plasmar aquello que quiero, entonces ahí es donde me cuesta que la historia que vaya a contar se me arme en la cabeza, pero una vez que ya tengo todo completo, pues es una fluidez única cuando me siento a escribir. Así entonces encuentro que el primer momento es tortuoso y el segundo es feliz. Ojo, con esto no digo que primero haya que sufrir para luego ser feliz, sino más bien es cuestión de como la dinámica de interesarse por aquello que uno quiere hacer, es la partida para ser feliz.

Tengo como recuerdo de niñez, en una navidad que quería un Monopolio. Por aquella época creía en la carta que le escribía a Papá Noel para que me lo trajera porque me había portado bien y sacado buenas notas. Cuando llegó la mañana de navidad encontré un paquete que tenía mi nombre, al abrirlo descubrí con mucha alegría que era un Monopolio, en ese momento solo me llené de felicidad, pero recuerdo haber visto a mi mamá llorar y abrazarme fuertemente, en ese momento no entendí porque ella lloraba. Ahora que tengo conocimiento de que por aquella época mi familia no estaba económicamente en su mejor momento, entonces entendí también porque lloraba mi mamá, ya que seguro ella y mis hermanas se habían privado de mucho para poder darme ese regalo. Hoy me puedo comprar cuantos juegos de mesa quiera y serán tan insignificantes, por lo que llego a la conclusión que la felicidad en mí al recibir ese Monopolio no fue por el regalo, sino más bien por ese instante donde para mi ese juego provoco que me conmoviera desde lo que fue la sorpresa. Por eso la felicidad está en la sorpresa, por eso no se puede buscar la felicidad en el mismo lugar dos veces, porque ya no hay sorpresa. 

Cuando vivía entre hospitales porque los doctores no encontraban al causante de mis malestares corporales diarios, que estaban compuestos por dolor lumbar que me hacían retorcerme como un gusano en cama, fiebre, náuseas, vómitos; había muchas tesis por parte de los doctores ya que indicaban que podía ser producto de una fuerte infección urinaria, de alguna enfermedad congénita, incluso de cáncer, pero nunca estaban seguros a pesar de la infinidad de exámenes que me realizaban y cuanto medicamento me daban a diestra y siniestra. Así que en definitiva estuve cerca de un año con estos malestares, sin ir al colegio, sin ver a mi familia y amigos como hubiera querido, y privado de todo aquello que quise hacer como niño. Debía haber tenido entre once y doce años, y me conocía a detalle máquinas de ecografía, radiografías, resonadores, doctores, hospitales, habitaciones y todo lo que trae un hospital. Esta situación de hecho hizo que me convirtiera en el primer paciente que accedió a la utilización de una Cámara Gamma en Arequipa. Gracias a esta última máquina, fue que los doctores se aproximaron a una diagnosis del mal que tenía; yo sentía tanta familiaridad con ellos que cuando dijeron que me iban a operar siendo una operación muy riesgosa porque no estaban seguros de que encontrar, yo solo lloré de felicidad porque eso significaba que no tenía que estar más en hospitales y en caso saliera bien de la operación, que podría volver a mi vida “normal” sin seguir con ese dolor físico, sin importar que ello me redujera la expectativa de vida. Recuerdo haber visto miedo en la cara de mi madre, pero yo era el niño más feliz en aquel momento.

Así que no me engaño con nada gente, para mí la felicidad no está en tener el carro del año, el puesto mejor pagado, en un reloj caro; a veces la felicidad está en un Monopolio y en que te digan que puede haber una solución para tu enfermedad así eso implique la muerte y definitivamente vivir menos que el resto, así que lo que me queda de vida recordaré esos instantes para no olvidarme nunca que me esperan descubrir más momentos donde ser feliz, así que solo trato de estar atento para no perdérmelos.

Por lo que también tengo claro que la ilusión bloquea la felicidad. Creer que al lograr algo o tenerlo seremos felices, es mentira, porque al conseguirlo te darás cuenta de que eso no es todo, porque si no simplemente en ese momento dejas de vivir. Si dices que tienes todo y ya no deseas nada, pues pasa lo siguiente: sino deseas nada te deprimes, y si te deprimes te angustias, te enfermas y dejas de tener ganas de vivir. Siempre algo tiene que faltar para movilizarnos a ser algo más.

Por eso hay que transitar la vida con las heridas y cuando la felicidad llega debe alojarlas, porque si no la felicidad no existe, por lo que es importante entender que la felicidad es imperfecta. Se debe ser feliz a pesar de los tropiezos, de los fracasos; llega un momento en la vida donde según el recorrido que tengamos nuestra felicidad estará más en las pérdidas y ausencias, que en lo que está presente.

Hay un pensamiento mágico que dice que si uno quiere algo lo puede tener, pues en realidad es mentira, porque a veces se quiere y no se puede, porque daría cualquier cosa por corregir errores, pero no se puede, por lo que corresponde hacerse cargo de las consecuencias y desde allí mejorar como ser humano. La otra teoría mágica dice que si deseas algo lo vas a atraer, es también mentira, por lo que es necesario renunciar a ese pensamiento mágico.  Por lo que debemos vivir intentando y realizando todo por nosotros mismos, confiando en la gente que uno quiere, en amigos y familia.

Aprendí que, si te obsesionas con la felicidad, en ese instante en que la buscas desde lo obsesivo ya renunciaste a ser feliz, porque ambas no pueden convivir desde el mismo lugar. La felicidad es una visita, porque es un error el tratar de eternizarla porque nada dura para siempre, la vida no dura para siempre, así que no hay que perdernos de los momentos de felicidad mientras van ocurriendo, con la idea de tratar de retenerla, más bien hay que disfrutarla, como disfrutas de un momento erótico, como de una melodía que te conmueve, como disfrutar de una conversación, como un abrazo con algún ser querido.

Debemos tener una actitud de estar abiertos a la felicidad, estando permeable para no perderse de esos momentos. Porque a lo mejor la felicidad es algo que podrías haber sentido si no hubieras estado pensado en otra cosa en ese momento. Es así como debemos trabajar en uno mismo para estar permeables, porque uno no debe guardar ese momento para cuando todo sea favorable para recibir la felicidad, sino más bien porque hasta un momento triste nos puede dar felicidad, un momento complicado puede dar felicidad. Por lo que es importante también plantearse el hecho de que desconocemos que es aquello que nos va a ser felices, porque a veces vamos por la vida y sin estar atentos podemos conocer aquello que sin buscarlo nos da felicidad.

Y no olvidemos que la vida es tan traicionera, que no debemos aferrarnos a la felicidad, porque en cualquier momento la vida te puede robar cualquier cosa, en esta vida todo se puede perder, y no por eso debemos perder la vida misma. Así que será un desafío que cuando llegue ese término y traiga la muerte, te encuentre viviendo, así será posible que en el camino te lleves por delante unas gratas sorpresas que te hagan feliz. Ya no me quiero llevar éxitos, me quiero llevar emociones, me quiero llevar pensamientos, que es lo que me lleva a escribir, es lo que me lleva a estar con gente y querer seguir aprendiendo.

Finalmente, todos seremos un cuento que algún día alguien más va a contar, así que encarguémonos de dejar las letras más lindas, que hagan el cuento más lindo que se puede contar.

jueves, 18 de julio de 2024

Cosas que hay que contar

Mientras voy escribiendo estas líneas, oficialmente inauguro mi blog, con lo que demarco el principio de lo que en adelante será una serie de afortunadas o desafortunadas publicaciones semanales de breves historias, pensares, experiencias o lo que ciertamente me venga en gana escribir, porque ahora escribo desde lo que siento ser, y al mismo tiempo espero poder aportar unas cuantas líneas de lectura en sus vidas.

Fue mi prima Laura quien me adentro en este mundo de la escritura y le agradezco por ello, porque lo adopte como una afición desde mi adolescencia, pero que como todo en la vida a veces llegan momentos donde debemos detener ciertas cosas para dar paso a otras que nos muevan a buscar más; sin embargo, no todo siempre es un punto final, sino quizá solo puntos suspensivos. Y aquí estoy nuevamente escribiendo, esta vez ya no solo para mí sino también para compartir con ustedes.

Para muchos mi apellido paterno es extraño, y para unos cuantos se les hace dificultoso expresarlo o escribirlo en una primera impresión. Cuando era niño y en donde prácticamente casi por un año viví entre clínicas y hospitales siempre tuve inconvenientes con mi apellido paterno, transcurría la primera década de este milenio, y por aquel entonces no había pantallas que indicaran el turno de cada paciente o las famosas listas de orden para la atención, sino por el contrario se llamaba a los pacientes al unísono por su apellido, y en una oportunidad escuché que llamaban a un tal Jefferson, para mi sorpresa resulta que ese personaje era yo, solo que se confundían al pronunciar mi apellido paterno. Años después, en una oportunidad hice una reservación vía telefónica para una conferencia, ya se imaginarán que paso, la perdí pues supuestamente estaba a nombre de otra persona. Y así me han ocurrido muchas otras cosas.

Felizmente hoy en día estos sucesos ya no son frecuentes porque debido a la tecnología y la portabilidad de información, basta con solo brindar el número de DNI para que la información como la del apellido se obtenga de manera inmediata y sin errores humanos de por medio. 

Hasta hace una década aproximadamente yo no sabía nada de la historia de mi apellido paterno, y valgan verdades tampoco me interesaba mucho; en una oportunidad mi papá y su primo me dieron algunas pistas de su origen. Hasta que buscando en internet y preguntando a algunos familiares logre dar con su origen. En esta aventurada búsqueda termine conociendo a mi prima Laura que se denominaba bloguera por aquel entonces, donde valgan verdades nadie sabía que era eso o siquiera de su existencia como tal, por lo menos para la gran mayoría. Ella me adentro en conocer un tanto la historia familiar con fotos, documentos y muchas cartas. Es así como ella, a raíz de esta búsqueda que nacía del cuestionamiento mío, no vio mejor manera que publicar un post muy a su estilo sobre la historia de nuestro apellido.

Así que sin más preámbulo los dejo con una breve y pintoresca historia sobre el origen de mi apellido paterno, escrita por Laura:

Les había prometido contar la historia del abuelo Jorge. Él en realidad no es mi abuelo sino el abuelo del Papito Alfonso, o sea mi bisabuelo, pero en el mundo de la farándula es conocido como “El abuelo Jorge”. Resulta que, cuando el abuelo Jorge era un dios griego, un churro de campeonato con la toga, los laureles, la musculatura y todo lo demás, decidió salir disparado de Grecia por algunas travesurillas cometidas en su tierra natal. Es que el abuelo Jorge estaba enamorado. Enamoradísimo de una griega tan rica como él. Lo malo era que el papá de la Miss Grecia no aprobaba el compromiso de estos jóvenes, básicamente porque el abuelo Jorge, más allá de sus ricuras corporales, no tenía mucho billete que digamos. Quien sí tenía plata era otro flaco, seguramente nada churro, sin toga, sin laureles y sin musculatura, pero con la predilección del papá de Miss Grecia que, rápidamente, convino un matrimonio a la brevedad. Con la griega devastada y el abuelo Jorge ofendido (¿Cómo no van a apreciar tanta belleza?), el joven dios griego decide ir a buscar al flaco billetón a decirle “Aguanta Fanta Sobrino, esta jermita me dio sajiro a mi primero”. ¿Qué resultó? ¡Que el flaco billetón no entendió razones, entonces el abuelo Jorge se vio en la necesidad de hacer crash! boom! bang! y matarlo. Después de tal hecho y dado que matar no es algo que se considere bonito en ninguna parte, el abuelo Jorge decide fugar de Grecia con rumbo a Inglaterra. Para ese entonces su nombre era Georgeous Zafiriadis (Carajo, ¡Qué tal prestancia!). Ya rodeado de puro british, se dio cuenta que no le llegaban e-mails ni había llamadas perdidas en su celular con cámara, y todo porque la gente no sabía decir su nombre. Audazmente, y considerando que no era coherente conservar su nombre griego, decidió traducirlo al inglés y empezó a presentarse como George Zaferson (Ya, no jodas. ¿No era la cagada el abuelo? Jaja). Pasó el tiempo y, como todos los progresistas de la época, el flaco cruzó el charco y se instaló en Estados Unidos, luego bajó a México y siguió bajando hasta llegar a Perú para quedarse a vivir nada menos que en Puno donde lo empezaron a llamar Jorge. En Estados Unidos estudió para volverse optometrista y de hecho fue el primero que tuvo Juliaca. De Miss Grecia nunca supo más y se casó con Miss Puno, la abuela Victoria. Luego nació mi abuelito Víctor y de ahí el Papito Alfonso que se casó con Miss Huancavelica, la siempre ilustre Mamita Olga. El resto de la historia ya la conocen. Y nada, como dato adicional y para mantener mi posicionamiento de INSOPORTABLE, les cuento que Zafiriadis, como Zaferson, significa “Hijo del Zafiro”, así que, si bien es cierto en este blog siempre se escriben piedras, tomen en cuenta que son preciosas. ¡JA! 

Pd. Y sí, mi bisabuelo mató a un señor por las huevas, pero eso no quita lo romántico de su historia.

Laura sin duda fue pionera como bloguera y pues mal no le fue, siendo así que actualmente es una profesional en el medio.

Siendo sinceros me hubiera gustado seguir el mismo camino, pero por cuestiones de la vida, en su momento no se pudo. Pero siempre tengo presente que nunca es tarde para lograr aquello que deseamos, porque cada día de vida seguirá transcurriendo, seguiremos envejeciendo y en algún momento miraremos atrás y veremos si todo lo que hicimos valió la pena, porque el tiempo de nuestra vida es efímero y no lo podemos detener. Así que tarde o temprano, llegará el día en el que simplemente no podamos hacer nada de aquello que nos gusta o disgusta. Lo único seguro en la vida es que tiene un final, la muerte; y cuando llegue será mejor para nosotros que nos encuentre viviendo en aquello que más nos gusta, así, viviendo la vida.