jueves, 18 de julio de 2024

Cosas que hay que contar

Mientras voy escribiendo estas líneas, oficialmente inauguro mi blog, con lo que demarco el principio de lo que en adelante será una serie de afortunadas o desafortunadas publicaciones semanales de breves historias, pensares, experiencias o lo que ciertamente me venga en gana escribir, porque ahora escribo desde lo que siento ser, y al mismo tiempo espero poder aportar unas cuantas líneas de lectura en sus vidas.

Fue mi prima Laura quien me adentro en este mundo de la escritura y le agradezco por ello, porque lo adopte como una afición desde mi adolescencia, pero que como todo en la vida a veces llegan momentos donde debemos detener ciertas cosas para dar paso a otras que nos muevan a buscar más; sin embargo, no todo siempre es un punto final, sino quizá solo puntos suspensivos. Y aquí estoy nuevamente escribiendo, esta vez ya no solo para mí sino también para compartir con ustedes.

Para muchos mi apellido paterno es extraño, y para unos cuantos se les hace dificultoso expresarlo o escribirlo en una primera impresión. Cuando era niño y en donde prácticamente casi por un año viví entre clínicas y hospitales siempre tuve inconvenientes con mi apellido paterno, transcurría la primera década de este milenio, y por aquel entonces no había pantallas que indicaran el turno de cada paciente o las famosas listas de orden para la atención, sino por el contrario se llamaba a los pacientes al unísono por su apellido, y en una oportunidad escuché que llamaban a un tal Jefferson, para mi sorpresa resulta que ese personaje era yo, solo que se confundían al pronunciar mi apellido paterno. Años después, en una oportunidad hice una reservación vía telefónica para una conferencia, ya se imaginarán que paso, la perdí pues supuestamente estaba a nombre de otra persona. Y así me han ocurrido muchas otras cosas.

Felizmente hoy en día estos sucesos ya no son frecuentes porque debido a la tecnología y la portabilidad de información, basta con solo brindar el número de DNI para que la información como la del apellido se obtenga de manera inmediata y sin errores humanos de por medio. 

Hasta hace una década aproximadamente yo no sabía nada de la historia de mi apellido paterno, y valgan verdades tampoco me interesaba mucho; en una oportunidad mi papá y su primo me dieron algunas pistas de su origen. Hasta que buscando en internet y preguntando a algunos familiares logre dar con su origen. En esta aventurada búsqueda termine conociendo a mi prima Laura que se denominaba bloguera por aquel entonces, donde valgan verdades nadie sabía que era eso o siquiera de su existencia como tal, por lo menos para la gran mayoría. Ella me adentro en conocer un tanto la historia familiar con fotos, documentos y muchas cartas. Es así como ella, a raíz de esta búsqueda que nacía del cuestionamiento mío, no vio mejor manera que publicar un post muy a su estilo sobre la historia de nuestro apellido.

Así que sin más preámbulo los dejo con una breve y pintoresca historia sobre el origen de mi apellido paterno, escrita por Laura:

Les había prometido contar la historia del abuelo Jorge. Él en realidad no es mi abuelo sino el abuelo del Papito Alfonso, o sea mi bisabuelo, pero en el mundo de la farándula es conocido como “El abuelo Jorge”. Resulta que, cuando el abuelo Jorge era un dios griego, un churro de campeonato con la toga, los laureles, la musculatura y todo lo demás, decidió salir disparado de Grecia por algunas travesurillas cometidas en su tierra natal. Es que el abuelo Jorge estaba enamorado. Enamoradísimo de una griega tan rica como él. Lo malo era que el papá de la Miss Grecia no aprobaba el compromiso de estos jóvenes, básicamente porque el abuelo Jorge, más allá de sus ricuras corporales, no tenía mucho billete que digamos. Quien sí tenía plata era otro flaco, seguramente nada churro, sin toga, sin laureles y sin musculatura, pero con la predilección del papá de Miss Grecia que, rápidamente, convino un matrimonio a la brevedad. Con la griega devastada y el abuelo Jorge ofendido (¿Cómo no van a apreciar tanta belleza?), el joven dios griego decide ir a buscar al flaco billetón a decirle “Aguanta Fanta Sobrino, esta jermita me dio sajiro a mi primero”. ¿Qué resultó? ¡Que el flaco billetón no entendió razones, entonces el abuelo Jorge se vio en la necesidad de hacer crash! boom! bang! y matarlo. Después de tal hecho y dado que matar no es algo que se considere bonito en ninguna parte, el abuelo Jorge decide fugar de Grecia con rumbo a Inglaterra. Para ese entonces su nombre era Georgeous Zafiriadis (Carajo, ¡Qué tal prestancia!). Ya rodeado de puro british, se dio cuenta que no le llegaban e-mails ni había llamadas perdidas en su celular con cámara, y todo porque la gente no sabía decir su nombre. Audazmente, y considerando que no era coherente conservar su nombre griego, decidió traducirlo al inglés y empezó a presentarse como George Zaferson (Ya, no jodas. ¿No era la cagada el abuelo? Jaja). Pasó el tiempo y, como todos los progresistas de la época, el flaco cruzó el charco y se instaló en Estados Unidos, luego bajó a México y siguió bajando hasta llegar a Perú para quedarse a vivir nada menos que en Puno donde lo empezaron a llamar Jorge. En Estados Unidos estudió para volverse optometrista y de hecho fue el primero que tuvo Juliaca. De Miss Grecia nunca supo más y se casó con Miss Puno, la abuela Victoria. Luego nació mi abuelito Víctor y de ahí el Papito Alfonso que se casó con Miss Huancavelica, la siempre ilustre Mamita Olga. El resto de la historia ya la conocen. Y nada, como dato adicional y para mantener mi posicionamiento de INSOPORTABLE, les cuento que Zafiriadis, como Zaferson, significa “Hijo del Zafiro”, así que, si bien es cierto en este blog siempre se escriben piedras, tomen en cuenta que son preciosas. ¡JA! 

Pd. Y sí, mi bisabuelo mató a un señor por las huevas, pero eso no quita lo romántico de su historia.

Laura sin duda fue pionera como bloguera y pues mal no le fue, siendo así que actualmente es una profesional en el medio.

Siendo sinceros me hubiera gustado seguir el mismo camino, pero por cuestiones de la vida, en su momento no se pudo. Pero siempre tengo presente que nunca es tarde para lograr aquello que deseamos, porque cada día de vida seguirá transcurriendo, seguiremos envejeciendo y en algún momento miraremos atrás y veremos si todo lo que hicimos valió la pena, porque el tiempo de nuestra vida es efímero y no lo podemos detener. Así que tarde o temprano, llegará el día en el que simplemente no podamos hacer nada de aquello que nos gusta o disgusta. Lo único seguro en la vida es que tiene un final, la muerte; y cuando llegue será mejor para nosotros que nos encuentre viviendo en aquello que más nos gusta, así, viviendo la vida.