Hace once años aproximadamente, ingresé a la Alianza Francesa con la finalidad de aprender francés, en su momento, esta decisión vino abordada por la presión de aprender un idioma fuera del inglés, poco recuerdo de mis motivaciones puntuales para elegir finalmente al francés como una lengua secundaria; ahora, tengamos presente que hace once años, yo era un adolescente de dieciséis años – y permítanme reír – pero cuando uno está en esa etapa, pues adolece de muchas cosas que con el paso del tiempo, nos vamos dando cuenta que finalmente en esos momentos eran solo banalidades; así pues, me encontraba cursando el último año del colegio y creo que como a todos nos ha ocurrido, es en esos momentos donde nos permitimos abordar las decisiones que demarcarán en un inicio, nuestro futuro de vivencias, así llega el momento de la elección de la carrera universitaria, y en mi caso también me cuestionaba si debía seguir en Arequipa o por el contrario partir a Lima en busca de quizá mejores aires para los años que se iban a avecinar, puesto que obviamente siempre van a llegar, ya que no podemos generar un bucle de tiempo como a veces quisiéramos.
Siendo sinceros, pues específicamente
el francés no me ha aperturado puertas laborales y esto debido a que tampoco me
he enfocado en buscar esas alternativas donde tuviera predominancia; así que
desde hace unos años venía cuestionándome el porque en mi adolescencia había
deseado aprender este idioma y no haber barajado otra alternativa. Sin embargo,
caí en cuenta que cuestionarme esta decisión en la actualidad, no tiene sentido
alguno, puesto que el Jorge de ese entonces era otra versión mía
definitivamente, así que como cualquier cosa que sufre alteraciones por el
tiempo, pues poco sentido tiene analizarla a fondo, mas aún considerando el entorno de
ese momento que ya no está, que solo forma parte del pasado.
De lo que si no tengo dudas,
es poder estar conforme con el hecho de no solo haber aprendido francés – que
valgan verdades al no practicarlo como debería, pues lo estoy olvidando – sino
de haber conocido a personas maravillosas y valiosas en aquella época, cuando
uno es chibolo, pues no valora como debería quizá los vínculos, después de
tantos años, puedo decir que en esos momentos me permití gestar la que
actualmente es mi amistad más longeva, y no me refiero a conocidos o “amigos”
que de hecho tengo con mas años de anterioridad, pero seamos francos, por lo
menos en mi caso, de los cientos de amigos/conocidos que puede uno tener en las
redes, como por ejemplo Facebook, pues en el ámbito de la vida real, alcanza con los dedos
de las manos para contarlos a todos. Así que corresponde cuidar esos vínculos y
permitirse seguir gestando momentos que vayan fortaleciendo ese lazo.
Mis vivencias en la AFA fueron muchas y conocí a muchas personas con buena vibra, sin embargo, quiero detenerme en el hecho de haber podido conocer a una maravillosa persona, madame Paola, una profesora que hizo que ame, valore y sobre todo aprenda la lengua, era una mujer única y sensacional, era como una segunda madre para cada uno de los que teníamos el gusto de llevar clases con ella. Nunca olvidaré, cuando muy a su estilo nos hizo una corrección rotunda, pues a veces la llamábamos – erróneamente – “La madame”, hasta que nos dijo que esa palabra va dirigida a la dueña del burdel, y que ella no era dueña de ninguno de esos establecimientos, por el contrario, solo debíamos llamarla como madame Pao. Para nuestra edad, al estar con las hormonas alborotadas, fue un jaque inédito cuando nos hizo esa corrección. Cuando con amigos recordamos esos momentos, siempre nos llevamos risas o sonrisas.
Madame Pao tenía una manera
única de llegar a las personas y más quizá a nosotros como adolescentes,
habiendo sido una profesional en psicología, educación y también cantante. A
nivel personal, me permito contar que, en alguno de esos tantos fines de
semana, directamente me habló con seriedad y dulzura para decirme que quería
conversar conmigo, como una amiga y como psicóloga. Definitivamente vio algunas
actitudes en mí, que llamaron su atención. Siempre que íbamos a visitarla a su
casa, ya sea por su cumpleaños o solo como alguien quien visita a una amiga,
pues nos pasábamos horas conversando con todo el grupo de amigos, y ella era
una más de ese grupo de adolescentes, no existía la diferencia de edad. Sin
embargo, cada que debíamos mantener esa conversación privada, siempre yo
presentaba una excusa para no llevarla a cabo, a esa edad, el miedo pudo más
conmigo. Así los meses fueron pasando y la vida nos permitió celebrar solo dos
cumpleaños suyos desde que nos conocimos, hasta que una tarde, estando en la
universidad, recibí la noticia, que lamentablemente esa mujer tan maravillosa, que la vida me había permitido conocer, pues había dejado este plano terrenal.
Escribir estas líneas aún me provocan sentimientos encontrados, para el momento
en que recibí la noticia, solo atiné a salir de clases y mirar al cielo en ese
ocaso del día, con un profundo pesar y sentimiento, lanzando unas palabras al
viento, con la esperanza y vano deseo, que ella pudiera escucharme. Nunca pude
contarle lo que en ese entonces fue un suceso de felicidad en mi vida, nunca
pude mantener esa charla que venia postergando, nunca pude despedirme y haberle
dicho todo lo que hubiera querido. En ese instante, aprendí rotundamente que en
la vida lo único seguro, es la muerte.
La vida tiene esa esencia,
todos nos cruzamos en algún momento de nuestras vidas con algunos seres, solo
para transitar juntos nuestros caminos por alguna brevedad posible, y definitivamente de esos
instantes poder llevarnos algunas o muchas vivencias, momentos y sobre todo
aprendizajes. Actualmente miro atrás, y pienso que quizá después de todo,
estudiar francés no fue solo por el hecho de buscar migrar al extranjero, sino
también de permitirme conectar con personas que al final de cuentas alguna
afición al idioma tenían al igual que yo y compartir el rato desde ese gusto, porque
sucede que en el colegio no conectamos desde los gustos – sino más bien desde
el gusto de nuestros padres, quienes finalmente son quienes deciden a que
colegio vamos – como por el contrario quizá puede suceder en la faceta
universitaria o en estos casos como aprender un idioma; en la mayoría de casos,
es uno mismo quien toma esta decisión motivado hacia ello desde el gusto
propio.
Así también aprendí que
debemos vivir el presente, no postergar los momentos para un mañana que siempre
será incierto, cuando deban ocurrir citas, conversaciones, reuniones, charlas,
viajes y todo aquello que la vida nos arrojé encima, pues tomarlo y abordarlo
con el mejor de los ánimos, recibiendo las vivencias desde la alegría o la
tristeza. Al final, estas siempre nos dejan aprendizajes y es el mejor regalo
que podemos tener para finalmente seguir evolucionando.
Así que permitámonos seguir
generando vivencias desde lo que nosotros deseamos, porque eso es lo que
finalmente en una década o más, cuando veamos atrás en nuestra propia historia,
nos podamos permitir momentos de reflexión, teniendo como punto de partida el
momento en donde esas decisiones que íbamos tomando con miras a futuro, pues
llegado el momento no solo muestren sus frutos, sino también sean puentes que
nos permitan seguir creciendo, porque no tenemos limites como seres humanos, no
somos seres que actúen en base predominante al instinto, sino mas bien actuamos
desde la libertad y el deseo.
Las vivencias son, en el
fondo, nuestro único patrimonio real. Todos los días nos puede ocurrir algo
decisivo, algo que sin duda modifique nuestra vida para siempre, y mucho de
ello vendrá en base a nuestras decisiones. Al final, somos nosotros los únicos
dueños de estas, y cuando corresponda dejar este plano terrenal, no nos llevaremos
nada, sino más bien solo dejaremos una historia. Hagamos lo posible por que
cada día, sumemos páginas de vivencias a nuestra historia, logrando así, que
sea un relato que valga la pena contar.