Hace unos días una persona
cercana me pidió un consejo ante un mal momento que estaba atravesando, la
verdad me sorprendió tal hecho porque no lo esperaba y además sentía que no
contaba con la sapiencia necesaria que alguien debería tener para poder dar un
consejo de la envergadura que demandaba, más aún cuando se trata de algo que es
determinante en la vida de esta persona con la cual existe un vínculo
emocional.
Internamente me cuestionaba
que decir, porque me sentía en la obligación de estar a la altura y acorde a
las circunstancias que esta persona requería, porque finalmente debe tener
razones que me sindiquen como alguien que puede otorgar un consejo que vaya a
ser bien recibido, ya que se puede considerar este aporte como una referencia
para interiorizarlo y después trabajarlo sesudamente dando paso a lo que sería
su accionar.
Hubo ocasiones en donde no me sentía
cómodo brindando consejos porque estos demandan un peso emocional, ya que quizá
esas palabras pueden determinar las acciones a tomar por la contraparte que
esta solicitando recibir unas palabras ante un mal momento en su vida. Del
mismo modo, brindar un consejo en parte es aligerar una carga que está
generando sensaciones incomodas en la otra persona, así que viéndolo desde esa
perspectiva es quizá cuando uno puede conectar más con el sentir y no solo con lanzar
unas palabras al viento, esto sin duda también vendrá determinado por el
vinculo que puedas tener con esa persona.
Y es que tenía la creencia de que,
para dar un buen consejo, primero que todo uno debe haber atravesado una buena
cantidad de años en la vida, por la percepción misma que una persona mayor
puede tener más experiencia ante tantas situaciones que haya vivido y producto
de esto la vida le haya otorgado cierto grado de sapiencia avanzada ante
alguien que puede ser más joven y cuente con mayor grado de desconocimiento.
Pero en una conversación amical, toqué esta percepción mía y caí en cuenta que
no tenía razón del todo en mi premisa, sino más bien me demostraron una
perspectiva diferente, que la sabiduría o conocimiento no viene del todo
determinada solo por la cantidad de años vividos y la acumulación de
experiencias, sino también en contraparte es disociado ante esto previo, porque
sin importar nuestra edad la vida se encarga de sorprendernos con vivencias
únicas que uno a veces ni siquiera puede imaginar; es así que quizá una persona
adulta de alma longeva no haya vivenciado las experiencias de alguien quien en
contra posición es aún, un alma joven.
Así que, en el ámbito de los
consejos de vida, el tiempo recorrido en esta misma no es un pilar determinante
en cuanta sabiduría finalmente puede tener uno, como quizá si ocurre en otros
ámbitos como por ejemplo el laboral, donde una persona mayor definitivamente conoce al
derecho y revés muchas cosas que para alguien joven le resultan nuevas y que inicia
un recorrido desde la inexperiencia para afrontarlas.
El consejo que tuve a bien dar, fue enlazado con lo siguiente: ante el mal momento primero que todo vívelo,
crúzalo, atraviésalo, siéntelo y recórrelo que es solo un mal momento. Solo un
momento, en la inmensa cantidad de momentos que nos pueda otorgar la vida. Ojo,
es necesario reconocer que el mal momento nos hace sentir sensaciones de
mierda, pero debemos registrar esas sensaciones e involucrarnos para finalmente
aceptarlas como tal y quizá poder transformarlas. Esto nos ayudará a delimitar
que ese malestar no se quedará en nuestra vida, sino que solo será pasajero.
Dependerá de uno mismo lograr
que aquellos malos momentos nos dejen algo sin importar lo que fuese, porque es
un error arrugar o acobardarse ante el mal momento, que en primera instancia es
lo más fácil, pero como todo en la vida, escapando simplemente no se puede
evitar lo que ha todas luces estará siempre ahí. Es importante buscar ánimos en
uno mismo y en los vínculos forjados con otros seres, que nos permitan abordar
los malos momentos con vehemencia, de frente y con todo. Usando nuevamente la
analogía del túnel, no sabemos que abra del otro lado y tampoco que encontraremos
en la oscuridad de su interior, pero al final siempre habrá una luz a la cual
debemos dirigirnos.
Así que, en conclusión, si
estas atravesando un mal momento pues sigue recorriéndolo y sintiéndolo con
todos tus sentidos, porque es solo un momento. Y como parte de los misterios de
la vida, pues definitivamente viviremos muchos momentos sin importar el tiempo que llevemos
de recorrido en este espacio mundanal en que nos encontramos a diario; y claro,
tengamos presente que nuestro crono etario no define la pericia que podamos
tener para cuando se trate de brindar un consejo ante aquel mal momento que
atormenta los pensamientos de otra alma o quizá, la de nosotros mismos.