En los últimos días estuve creando momentos para compartir con mis seres queridos, y noté la peculiaridad del tiempo, esa que hasta entonces solo había leído en libros de Comte-Sponville o fracciones de texto de Freud y profundamente con Rolón.
Es así como estuve
con quien no solo es mi amigo, sino más bien como un hermano para mí, nos
conocemos casi la mitad del tiempo que ambos llevamos en este mundo terrenal.
Así que hemos atravesado por muchas vivencias, ya sean de manera conjunta o individual,
siendo en definitiva entre las más preponderantes: contar con la ausencia de seres
que por algún momento de nuestras vidas nos acompañaron, sin distinción alguna
de la relación, de los cuales muchos ya ni siquiera tienen presencia en este
plano existencial. Así pues, queda claro, que lo único seguro que tenemos como
seres humanos es que nada es para siempre. Todo es finito.
Sucede que mi buen amigo, continuará con su etapa profesional yéndose a un pueblito – que casi no figura siquiera en el mapa – llamado Quiñota. Dado esto, caímos en consciencia que oportunidades para seguir compartiendo tiempo y generando momentos, pues no dispondríamos de muchas, sobre todo en los próximos meses, es así como en estos últimos días, aprovechamos en generar esos momentos de felicidad – pecando de recatado sino digo que también de euforia – reuniéndonos ya sea en mi depa o en su casa, conversando por unas horas antes de finalizar el día de las banalidades ocurridas, jugando y riendo con videojuegos que nos acompañaron en la adolescencia, conversando de los amores que se volvieron en desamores, extrañando las ausencias y valorando mejor aún las presencias, pidiendo delivery de pizza o lo que hubiese para comer según la hora, libando licores – no bebiendo – porque sino simplemente en estos últimos días nos hubiésemos convertido casi pseudo alcohólicos basándonos en los parámetros de la OMS, desayunando y quedando estupefactos de las noticias atroces que se transmiten por la TV – donde nos era preferible soltar una carcajada de incredulidad y evitar así activar nuestro sistema simpático al comenzar la mañana – así que mejor apagamos la TV para no abrumar al cerebro. Y claro, como no resaltar el plato de chaufa a la Gusteau que tomó como dos horas hacerlo, no hubiera costado nuestro tiempo haberlo pedido por delivery, pero es por momentos como esos que estoy agradecido y los valoro, ya me corresponderá en su momento dar de mi tiempo para hacer mi especialidad, lasagna a la Linguini.
Tengamos claro y presente que
la felicidad como tal, no habita un lugar de tiempo o espacio determinado, no
debemos olvidar que para nosotros – seres hablantes – los espacios y tiempos
están sumidos por emociones, ya sea de pedazos dichosos o desgarrados de
nuestra vida. Así que hagamos aquello que deseemos, porque nada es para
siempre, con el transcurso del tiempo, permitámonos llegar a donde elijamos,
contemplando el camino y no solo llegando al destino final.
Como seres humanos, solo somos seres pasajeros y valgan verdades nuestra transición por este mundo es muy corta, aún si quizá llegamos a cubrir nuestra expectativa de vida – siendo que la muerte no nos sorprenda cuando estemos transitando la edad lozana – habiendo tenido todo ese tiempo, pues en realidad se hace muy efímero.
No hay tiempo en la vida para hacer todo lo que queramos, nadie tiene el tiempo necesario para hacer todo que lo quisiera hacer, porque la vida es finita. Esa es nuestra gran tragedia, y tal como decía Nietzsche, quien sentía una enorme envidia por la vaca, que andaba pastando sin culpa por lo hecho en el pasado y sin angustia por el porvenir; pues en contrariedad, nosotros como seres humanos no somos así, porque arrastramos culpas y traumas del pasado, miedo a la vejez, miedo a la muerte, miedo a las ausencias, miedo a no concretar los sueños deseados, eso es lo que nos hace seres humanos, es vivir con esos sentimientos trágicos, que como bien decía Unamuno es sabernos finitos. Por ello, desde que nacemos tenemos como mandato que el tiempo debe ser lo más valorado.
Así que, en adelante, considera que cuando alguien te
regala su tiempo, en realidad te está regalando parte de su vida, cada uno de
esos gestos hay que valorarlos muchísimo.
Permitámonos, seguir creando
momentos, donde por un instante no importe como va transcurriendo el tiempo,
que como ya sabemos, en nuestro caso, es finito.