Cuando hay problemas a nivel amoroso, usualmente solemos mirar primero a la contraparte; sin embargo, la problemática siempre primordialmente viene de uno mismo. Por ello es importante ver desde dónde elige uno, ya que en muchos de los casos el problema, vuelvo a reiterar, “es uno mismo”. Esto quiere decir que nosotros mismos somos parte de ese problema, pero ojo, al 50%, ya que la otra persona también es parte de la problemática. Es importante observar desde dónde uno está eligiendo a la otra persona, por ejemplo, desde la ausencia materna o paterna, desde la inseguridad, desde la búsqueda de aprobación, desde la sensación de soledad, etc. La detección de esta información viene de la mano de un trabajo de psicoterapia a consciencia, ya que de esta manera podemos determinar el patrón existente en nosotros. Es simple, hagamos la revisión del patrón de las parejas que hemos tenido a lo largo de la vida; sin duda, existirán temas que desembocan en situaciones no solucionadas desde la infancia.
Cuando uno empieza a vincularse afectivamente con otra persona, nuestro cerebro comienza a producir hormonas de manera desbordada; este ciclo dura entre seis meses y tres años. En ese periodo estamos completamente desbordados a nivel emocional, es lo que conocemos como enamoramiento. El primer tramo del amor es pura química, es un proceso puro y duro de biología. Estamos tan desbordados a nivel químico-hormonal, que incluso los psicoterapeutas indican que es similar a un trastorno obsesivo-compulsivo, ya que pasan muchas cosas en el cerebro que no nos permiten ver con claridad los hechos. Incluso en el enamoramiento hay una parte del cerebro que se apaga; este estado provoca alteraciones neuronales en diferentes áreas relacionadas con la percepción. Bien dicen que cuando uno está enamorado, está ilusionado; efectivamente, como bien me dijo un psicólogo, estar enamorado es una ilusión, y como toda ilusión, es finalmente una distorsión de la realidad.
En psicología, existen dos grandes trastornos de la realidad: la alucinación, que es la percepción de un algo que no existe, y la ilusión, que es la percepción distorsionada de un algo que sí existe.
Hace poco atravesamos San Valentín, y el discurso por esta fecha es que debemos casarnos cuando estamos enamorados, pero nadie nunca ha hablado a consciencia sobre lo que significa el amor real, el amor trabajado sesudamente, porque, por contrario, sobra la palabrería del amor romántico, y es que seamos sinceros, en nuestra sociedad es lo que más vende, desde las películas hasta los libros.
Así que la próxima vez que estés a punto de tomar una decisión importante en el plano sentimental, recuerda que, si es en el lapso menor de tres años, no te cases, porque estás con zonas del cerebro que tienen la percepción bloqueada. Entonces no estás mirando la realidad, porque estás decidiendo antes de elegir con la capacidad de poder ver todas las variables reales. Uno elige libremente realmente cuando tiene la disposición con claridad de las variables. Para dar paso a una elección real, es necesario que todo el alborotamiento hormonal pase; así recién puede existir una elección real.
Este proceso hormonal del enamoramiento tiene tres fases: atracción, flechazo y apego. Cuando conoces a alguien, automáticamente hay un shot de hormonas que generan una avalancha de neurotransmisores.
La primera etapa es la de atracción, que, en el caso de los hombres, empezamos a generar un montón de testosterona —segregando literalmente un huaico—. El objetivo de la testosterona es vital para ir adelante, para obtener el objetivo; desde el inicio de la evolución ha sido vital para sobrevivir. En el hombre, esta hormona provoca la fuerza, el ímpetu para ir por el objetivo impuesto desde la toma de decisiones. En la naturaleza biológica, este derroche de testosterona tiene que ver con perpetuar la especie, ciencia pura. En el caso de la mujer, existe la segregación de estrógeno, pero nuevamente en desbalance; esto provoca que, biológicamente hablando, la mujer quede enfocada en solo ese hombre, solo ese ser humano masculino y, finalmente, biológicamente provoca el “match”. Así se entabla la relación entre hombre y mujer, quienes biológicamente sus hormonas decidieron con quién perpetuar la especie. Hasta aquí, check a la primera etapa.
La segunda etapa es el periodo del flechazo; en el caso de hombres y mujeres, empieza la segregación de dopamina en demasía. Tengamos en cuenta que en el lapso de enamoramiento toda la segregación hormonal es a borbotones. Esta hormona es la recompensa del cerebro; el enamoramiento es como una droga, porque genera una adicción de querer más, en este caso de querer más del otro ser humano. La dopamina en exceso, desde la perspectiva de un vínculo amoroso, activa la zona de recompensa del cerebro; por eso al inicio de las relaciones queremos más. A la par, también empezamos a producir la feniletilamina, que se conoce como la molécula del amor, y mucha serotonina. En el caso de esta última hormona, lo que provoca es un desbalance emocional. Eso ocurre cuando empiezas a salir con alguien hasta transcurridos unos tres años, por lo que enamorado no se deben tomar decisiones importantes que vayan en una conjetura mayor para la vida; no es el camino. Es entendible que la sociedad, desde las novelas, Disney, Barbie y todo el mamarracho disponible en el medio, ofrece la viabilidad de que enamorado es donde se toman las decisiones, que las mariposas en el estómago son inexplicables, pero falso. Esto último, por ejemplo, es cortisol; todo es un proceso químico. Dejémonos de huevadas.
Como diría el biol. Miguel Figueroa, desde el lado “macaco”, en el plano biológico puro, es por ello que, desde el inicio de las primeras etapas, siempre queremos tener relaciones sexuales —meterle reja— todos los días —más aún los hombres— mañana, tarde y noche. Eso es simplemente instinto biológico que hemos desarrollado en nuestra evolución. Claro está que, si no estás dando matraca pura y dura, ya es un tema de acuerdos y convenciones sociales.
Hay frases relacionadas con el amor, a lo largo de la historia, que tienen mucho sentido, pero que nosotros las hemos relacionado con el amor romántico. Como, por ejemplo: “El amor es ciego”, claro que el amor es ciego, porque tenemos varias partes del cerebro bloqueadas, porque literalmente se han apagado varias zonas de raciocinio. Por eso pasa en hombres y mujeres —más que todo en las mujeres— la clásica que, cuando alguien empieza a salir con alguien, en la conversa con los amigos o amigas, en el tramo de los primeros meses, le encuentras al otro ser humano una serie de atributos biónicos. Miramos al otro como el más churro, el más capo, el más inteligente, el que tiene un puestazo laboral, con personalidad, emprendedor, etc. Así decimos que lindo todo ese combo. Pero siempre están los vínculos amicales que nos dan un portazo en la cara y nos dicen: “¿No te das cuenta de lo que dices? Es horrible, no pasa nada, es un idiota inmaduro”. Esto no es envidia, sino más bien que, como no están enamorados de ese ser humano, pues no han perdido el grado de percepción de la realidad, como le ocurre al ser que está enamorado desde el primer momento. Esto en síntesis ocurre porque estás todo el tiempo generando mucha dopamina, que es la droga del área de recompensa del cerebro; por ello ocurre que deseas estar con esa persona casi todo el tiempo, porque la dopamina es adictiva.
Hace unos días hablaba con mi primera expareja, conversamos sobre cómo evolucionamos, cómo aprendimos en ese breve lapso y cuánto nos sirvió lo que aprendimos. A pesar de haber compartido tan solo casi un año y medio, habiendo estado, obviamente, en todo ese lapso drogados. Y conversamos sobre este tema, dado que lo viví en el espectáculo de Carlos Galdós “Casos del corazón: si duele por ahí no es…” —que fue unas horas antes de nuestro encuentro— así aterricé muchas ideas con su perspectiva.
Hasta ahora hemos llegado hasta dos etapas; la primera fue la atracción y la segunda, el flechazo. Finalmente tenemos la tercera etapa: el apego. Que tiene que ver con la generación de vasopresina, conocida como la hormona de la “fidelidad”; esta hormona genera que tengas lazos y vínculos emocionales estrechos para la persona de la cual te has enamorado. Esta hormona también es generada con el contacto de la piel, como los abrazos —tuve la oportunidad hace unos meses de participar de un taller de abrazoterapia y déjenme recomendarlo en absoluto—. Sumemos todas estas hormonas en conjunto y cuando ya han pasado los tres años —científicamente demostrado, no excede ese lapso— o puede ser menos, y todas estas hormonas se vuelven a nivelar, y retomas el equilibrio. Recién ese momento es cuando comenzamos a ver, y cuando vemos integralmente al otro ser humano, decimos: “Ah, miércoles, cierto que así era”, es en ese lapso cuando nace el amor y muere el enamoramiento; desde allí recién podemos hablar de una elección real.
En el espectáculo de Carlos, entendí finalmente las diferencias que tenemos entre hombres y mujeres, no solo en el ámbito sentimental, sino también, por ejemplo, porque a las mujeres les cuesta tomar decisiones, como, por ejemplo, las clásicas preguntas trampa que lanzan, ejemplo, M: ¿Vamos a comer? H: Ya, ¿dónde? M: Tú elige, H: Ya vamos al local X, M: Ay, no, ya hemos ido varias veces. Entonces aterrizamos la idea de que todo este proceso es biología pura, científicamente demostrado, y que no es solo un pretexto para comenzar una discusión.
Se han dado cuenta de que la basura que vende Disney y todos sus cuentos de amor de ensueño son sosos. Comencemos porque siempre a la mujer la coloca como la que debe ser rescatada, teniendo un rol inferior, en donde alguien la valida y la coloca en un pedestal. Ahí, por ejemplo, ocurre que se le tira la responsabilidad al lado masculino, haga todo por ti y pierdas el poder femenino. Eso no es real, no debería ser así.
A todos nos ha pasado que, en alguna relación, de pronto se acabó el amor, se desenamoró, empezó la frialdad, a dejarse de lado, ya no mirarse igual, encontrar todos los “defectos”. Esta realidad es producida porque las hormonas ya se han nivelado, equilibrado y, por ende, las áreas del cerebro que están relacionadas con la percepción ya no están siendo alteradas. Como mencionaba líneas arriba, en ese momento es cuando realmente comienza el amor, porque el amor es la capacidad de elección a la persona tal cual como es, porque en el enamoramiento uno está eligiendo desde la irrealidad, la ilusión, cegados por completo. En nuestra cultura, lamentablemente, ocurre que para cuando ya llega ese momento, muchas veces ya hay hijos de por medio y hasta uno está casado, pero como siempre se recurre al divorcio o querer cambiar “para bien” a la otra persona. Pero ahora he aprendido que el amor real no busca cambiar, porque en realidad tampoco lo puede hacer. La capacidad del amor real va desde amar tal y como es uno, amar ese paquete completo, porque no se puede pretender cambiar al otro para que uno mismo sea feliz.
Necesitamos saber la definición del amor; cuestiónense eso, por favor, porque en este medio estamos tan bombardeados de falsedades sobre el amor. El amor no es un sentimiento, no es una emoción, porque he aprendido que los sentimientos y emociones son volátiles y efímeros. Sin embargo, el amor es una decisión en la que uno mismo decide estar con la persona desde la objetividad pura, reconociendo a la otra persona como un todo, con defectos y virtudes. Desde ese punto debemos realizar la siguiente operación, como una ecuación: desde mi perspectiva, esa persona tiene más virtudes para mí que me hacen bien y, por ende, me amplifican. En los defectos también debería tener características, que a lo mejor a mí no me afectan tanto. Desde ahí nace la capacidad de elección; lo positivo siempre tiene que ser mayor que lo negativo, siempre que esto negativo no me genere daño alguno y pueda manejarlo.
No existe el ser humano perfecto, eso es irreal, no existe. Al inicio, nuestro cerebro, al estar bloqueado e ilusionado, cree que encontramos al ser humano perfecto. Para tomar la decisión de construir la vida junto a esa otra persona, necesariamente tiene que haber un superávit de las virtudes, y con las cosas negativas hay que hacerse varias preguntas, y según las respuestas es considerar si se puede vivir con ello. Como ya dije, no se debe pretender cambiar, porque lo que no me gusta no tiene que ver con la otra persona, sino conmigo; por consiguiente, se debe generar la dinámica de conversar con esta persona y llegar a generar acuerdos.
El psicólogo Robert Sternberg, quien tiene una teoría triangular del amor —búsquenla, por favor—, esta teoría habla sobre tres componentes que se manifiestan en cualquier relación amorosa: intimidad, pasión y compromiso. Estos elementos, a la práctica, se entremezclan entre sí, pero saber distinguirlos en un marco teórico nos ayuda a comprender el fenómeno del amor y a reconocer mejor sus matices y detalles.
Primera cualidad: la intimidad. Hace referencia al sentimiento de cercanía, a la conexión entre las dos personas que forman parte de la historia de amor, a la confianza entre ellos, a la amistad y al afecto. Segunda cualidad: la pasión; este componente es la excitación o la energía de la relación. Los sentimientos de la atracción física y el impulso o la necesidad de estar con la otra persona y de tener relaciones íntimas. Última cualidad: el compromiso, hace referencia a la decisión de seguir en la relación a pesar de los altibajos que puedan surgir. Incluye aspectos como los momentos vividos, la historia de la relación, etc.
Me quedo con mi definición de amor, porque finalmente la definición de este es subjetiva. Para mí, el amor es un intercambio, una transacción emocional, en donde existe la oferta y la demanda. La oferta es lo que ofrezco, soy yo como producto en el mercado, con defectos y virtudes, exponiendo quién soy cuando amo y también quién no soy. Porque finalmente lo lindo del amor es que te elijan como eres, por quién eres y que quieres. Y la demanda es que busca uno de la otra persona, que espera uno y que le gusta. Poner eso en bandeja de conversación desde el principio nos ahorraría mucho tiempo, que, como no me canso de decir, somos finitos y tiempo es lo que menos tenemos.
Después de haber trabajado por meses en terapia, me he dado cuenta de que debo retomarla, porque aún hay mucho por ahondar en mi mente, comenzando por mi capacidad de elección, que en definitiva viene del niño interior. Ya que la persona con la que nos vinculamos es simplemente un espejo de uno mismo, dado que en el amor tampoco se trata de ser víctima o victimario, cada uno debe hacerse responsable por lo que aporta, al igual que la contraparte. No existe ser humano malo o bueno; existen seres imperfectos que han sido moldeados desde la cultura, desde la familia, desde el entorno, y por consecuente nos olvidamos de que somos seres de luz, seres de amor y que todo lo que nos pasa en la vida es ganancia. Pero para eso hay que trabajar mucho, lo digo por experiencia. En el vínculo amoroso detectamos aquello de lo cual carece la otra persona, pero esta carencia también la tenemos nosotros; es por ello que inconscientemente nos relacionamos con ese tipo de ser humano. Nosotros amamos como nos amaron a nosotros. A medida que aprendemos a amar realmente, nos volvemos más conscientes de nuestra capacidad de elección; mientras más sepamos que queremos, nos volvemos más selectivos.
Para finalizar, lean, averigüen, instrúyanse, aprendan y tomen cartas en el asunto. No hay solo una forma de amor, existen muchas, pero como bien me dijo mi psicólogo en algún momento, no todos los amores merecen ser vividos. Seamos conscientes de la elección que hacemos, hagámonos cargo de lo que queremos, comenzando por un trabajo fácil: realizando una lista de aquello que buscamos en un vínculo. Un abrazo, gente. Hasta la próxima.