martes, 31 de diciembre de 2024

Y tú… ¿Qué deseas?


En Puno y algunas regiones de Bolivia, existe la famosa Feria de las Alasitas —Patrimonio Cultural de la Nación— según la IA: las alasitas son objetos artísticos en miniatura que se venden en ferias artesanales y que representan los deseos y aspiraciones de las personas. La palabra “alasita” proviene del verbo aymara “alathaña”, que significa “cómprame”. Esta maravillosa feria existe en honor también a Ekeko —dios aimara de la abundancia—. Todos conocemos a este muñequito, que anda lleno de bolsitas con mercancías de dudosa procedencia y con su infaltable cigarro Inca. 

En conclusión y en cristiano, significa que es un muñequito miniatura artesanal que tiene como objetivo —mediante un ritual— hacer que cualquier cosa se convierta en realidad.

Es decir, si te compras una casita miniatura, en conjunto con el ritual chamánico que trae en combo: campanadas, agua de todas las flores de una florería, escupitajos con Listerine bamba, tres rezos en otra lengua —fácil te están insultando en quechua o aimara— y finalmente una bendición. Concluido todo ese trajín, muy probablemente usted vea materializado su sueño de la casita propia. Lo mismo ocurriría si te compras un autito miniatura, pues del mismo modo hay altas probabilidades de que, después del ritual, salgas de tu casa y veas el autito materializado en la puerta de tu casita.

Por estas fechas, el año pasado, alguien apreciado me entregó un cartoncito, que no era más que un título profesional, incluso entregado a nombre de la nación y emitido por mi fabulosa alma mater. La verdad es que en aquel momento no dejé de reír por la incredulidad de hasta dónde llega la imaginación de los comerciantes con la finalidad de acometer buenos ingresos económicos. Lástima que a la mañana siguiente no apareció un courier con el título profesional en la puerta de la casa, ni mucho menos la universidad me llamó para felicitarme por tal obtención. Por el contrario, lo que ocurrió fue que apunté con compromiso y responsabilidad a finalmente desarrollar todo aquello que conlleva obtener este grado académico. Aunque a valer verdad, egresé hace cuatro años de la universidad y recién este año me puse las pilas para obtener el ansiado y anhelado título —a pesar de todas las adversidades afrontadas en este lapso— pues finalmente solo falta sustentarlo. Así que definitivamente, ese cartoncito que me obsequiaron a finales del año pasado pues surtió efecto a su manera.

He tenido la oportunidad de visitar esta feria, que anda repleta de gente; pudiendo comprobar que efectivamente venden miniaturas de todo lo habido y por haber, de todo lo deseable y por desear. Pasan el huevo, el cuy, leen las cartas, las hojas de coca, el maíz. Incluso hasta hay invidentes —o al menos dicen serlo— que realizan masajes liberadores de malas auras. El color amarillo abunda por doquier, aunque también hay rojo para el amor, verde para buscar protección, dorado para el éxito, blanco para armonía, azul para atraer seguridad y demás colores habidos y por haber. Sin duda alguna es el universo del pida nomás que todo se consigue y olvídese de hacerse cargo; dejemos todo en las manos de Dios, del universo, del Ekeko, de la suerte y de los demás, pero usted no se preocupe que no debe hacer nada. 

Siendo realistas, si dejas todo en mano de la suerte y nunca haces algo, simplemente estás renunciando a tu vida y, lo que es peor aún, a la responsabilidad de tus actos. Aunque no faltan quienes creen que, si no hacen nada, entonces simplemente nunca tendrán que dar razón a nadie; por ende, nadie puede emitir juicio alguno por algo que nunca hizo. Y, obviamente, si las cosas no salen como uno desea, pues no se comerán el mal rato del que dirán ajeno.

Particularmente, yo era de los que no creían en las cábalas, en dejar que mi vida se rija por la suerte, en realizar rituales para “un buen porvenir”; sin embargo, este año he renunciado a esa creencia, por lo que incluso ayer, cuando fui a comprar mi agenda 2025 —sí, a pesar de tener Keep o blog de notas en el cel—, pues prefiero siempre plasmar todo en papel. Es así como me compré una agenda astral para este año que está por comenzar —que obviamente incluye cábalas— las mismas que he de realizar en tan solo unas horas. Si Dios, la vida, el universo o el Ekeko lo permiten, pues podré dar testimonio dentro de 365 días de cómo me surtieron efecto estas acciones a realizar hoy a medianoche.

Me gusta creer que toda experiencia de vida tiene un "¿para qué?" y no un "¿por qué?", ya que este último busca una razón lógica inmediata; por el contrario, el primero va más allá. Aunque no siempre podamos tener el control de aquello que sucede, pues siempre podremos elegir cómo responder ante ello. Es por esto por lo que, para mí, el año nuevo trae un concepto de recibir algo nuevo, un nuevo comienzo; es una dosis de volver a empezar, volver a comenzar. Hagan válido este concepto si también les resuena, porque nunca falta quien dice: “Ahh, esperas año nuevo para comenzar…”

Todo comienzo, previamente, tiene un final; así pues, si algo terminó, es porque cumplió su propósito en tu vida, y todo lo nuevo tiene un propósito que aún desconocemos. Al fin de cuentas, todo, absolutamente todo tiene un para qué. Así que hoy me dispondré a dejar todo lo que pude haber vivido en este año que está por terminar, para iniciar el año venidero brutalmente renovado. Felizmente me conozco lo suficiente para saber que cuento con determinación para lograrlo, así que, si el Ekeko me falla, pues estaré yo para no claudicar. 

A mí me funciona reiniciar, hackear mi cerebro; si a ti te funciona, tómalo. En mi caso, me funciona internalizar que es una fecha en que puedo recomenzar. Es más, no comienzas desde el mismo punto de partida que el año que se va, sino más bien comienzas con ventaja, con todo lo vivido, todo lo adquirido; comienzas con lo que no funcionó y sabes que entonces por ahí no es. Lo que hayas podido lograr el año que se va tiene que ver contigo. Pero vuelve a prometerte cosas; algunas las podrás cumplir y otras no, pero eso es lo de menos, así que toma esta nueva oportunidad para volver a empezar. No tengan miedo, todo depende de uno, así que tomen esta oportunidad, porque como he aprendido, pues solo hay una vida y por más que deseemos, no la podemos comprar ni siquiera en una feria de las Alasitas. Y como bien decía Sor Juana Inés: “Goza, sin temor del hado, el curso breve de tu edad lozana, pues no podrá la muerte de mañana quitarte lo que hubieres hoy gozado”. Sin más verborrea por mi parte este año, ¡les deseo un feliz año nuevo!

jueves, 19 de diciembre de 2024

Elefante rosa en Navidad

Ya no falta nada para Navidad; caí en cuenta de esta situación desde hace algunas semanas porque el tráfico se hace insoportable y caótico, el tránsito peatonal en las principales calles de nuestra ciudad empieza a convulsionar y la aparición de ambulantes es inevitable por doquier.

Fuera de estos sucesos mencionados que aparecen como recordatorio o red flags de que la Navidad se avecina, hace poco leí una nota que hablaba sobre nuestra eficiente e incorruptible, la Benemérita Policía Nacional del Perú, señalando cómo su labor mostraba un máximo de intervenciones en los meses de julio y diciembre, que curiosamente coinciden con el pago de las gratificaciones.

No quise dejarme llevar por el colectivo pensamiento de la gente, pero pude constatar de primera fuente que efectivamente hay un singular incremento en las intervenciones policiales, sobre todo de los efectivos policiales que pertenecen al escuadrón de tránsito. Vengo trabajando en la zona del parque industrial desde hace más de un año. Así que específicamente en esta época me dispuse a estar más atento a la presencia de los efectivos policiales. Curiosamente, efectivamente, en el mes de diciembre he podido constatar visualmente todos los días —no exagero—, por lo menos de lunes a viernes, sin falta alguna, mínimo a dos efectivos policiales interviniendo alguna unidad vehicular, desde las vans, “loncheritas" y muchos camiones que a leguas evidencian estar en falta y mínimamente no contar con el certificado de inspección técnica vehicular vigente o permisos para el tipo de carga que transportan.

Obviamente, nuestros efectivos policiales saben de probabilidades, así que no intervendrán vehículos que a primera vista cuenten con toda la documentación en orden. Algo que, por cierto, es muy evidente y la verdad que hasta vergüenza ajena me da, se nota demasiado su “eficiente y eficaz” labor de intervenciones policiales en esta época del año.

Desde hace unos años que vengo desarrollando mi vida laboral profesional; siempre la Navidad también se hace mostrar en el trabajo a su manera, dado que comienzan los pedidos de las cuotas para el compartir del equipo de trabajo —fuera de la fiesta o compartir que hace la empresa para todos—. Por lo menos en mis últimos dos empleos me he topado con esa costumbre —celebrar doble— y a decir verdad no me desagrada. Y no olvidemos lo más importante, el juego del ángel o amigo secreto, pasatiempo que, por cierto, es el que más me agrada en esta época del año. Finalmente, lo que valoro de este pasatiempo es la disposición de aquella persona —incógnita para uno— para ingeniárselas y hacer lo posible por mantenerse en incógnito y, además, semanalmente sorprender con la muestra de algún detalle, que obviamente en cada ocasión tiene que variar y no ser repetitivo. Valgan verdades y vale la pena resaltar ello; será que lo vivo así porque en los últimos años mi ángel siempre ha sido una mujer y —como sabemos— tienen mejor tino para estas lides del fin de año.

Las semanas previas a la Navidad se pueden sentir también porque de pronto se organizan infinidad de reuniones, familiares o amicales. En mi caso no puedo quejarme, dado que estas semanas he podido disfrutar de buena compañía, aunque ello haya implicado movilizarse y acomodar los tiempos de manera ajetreada, pero valieron la pena, y es que ciertamente, cuando alguien desea algo, busca la manera de conseguirlo acomode lugar.

Finalmente, están los que hacen las compras a último momento —siempre he sido detractor de aquel grupo humano—; debido a los últimos acontecimientos en mi día a día, he pasado a formar parte de este grupo, por lo que recién en estos días me puse las pilas e inicié con la ardua tarea de conseguir el regalo idóneo. Felizmente he logrado la consecución de estos ítems. Lástima que con mi regalo no tuve ese éxito, pero lo importante es recibirlo antes que se termine este año, que por mucho y de lejos, ya me ha regalado mucho, desde las derrotas, las pérdidas y ausencias, así como también nuevos vínculos, experiencias y aprendizajes.

Ciertamente, lo más importante de un evento como la Navidad, que funciona como acto protocolar para la incitación de una reunión, compartir y demás, es que busquemos conectar con las personas que nos rodean en estas fechas, desde conocidos, amigos y familiares. Resalto que no debe ser desde la hipocresía, como escribirle un mensaje a alguien solo porque es Navidad o hacer de cuenta que no hay diferencias y todo es color de rosa, sino más bien buscar una conexión genuina primero con nosotros mismos y luego también con quienes nos rodean. Así que regálate también una inspección a tu interior y, si te topas con un elefante rosado en tu interior, pues aprovecha y sácatelo de una buena vez.

Sin más que decir por ahora en este espacio, les deseo: Feliz Navidad a cada uno de ustedes.

jueves, 12 de diciembre de 2024

El alma presiente: la vida es fugaz y la muerte es eterna

 

Han transcurrido tres semanas desde que publiqué mi última columna; he estado escribiendo, pero esta vez solo para mí. Como una catarsis personal. Así que aquí voy hoy jueves a las dos de la mañana, después de haberme dormido como un bebé desde las seis de la tarde del día anterior. No sé por qué, pero desperté con ganas de escribir, pero ya no solo para mí, sino también para otros, comenzando con un saludo de cumpleaños para alguien que celebra un año más de vida; y ahora aquí, volviendo a este espacio mío y suyo, volcando estas palabras mientras a la par escucho —por enésima vez— Moonlight Sonata en esta madrugada, sin importar que ingrese a trabajar entre las seis o siete de la mañana —aunque mi contrato dice que es a las seis de la mañana—, finalmente el tiempo es efímero y debemos invertirlo en aquello que realmente deseamos e importa.

En este blog, como lo dije desde un principio, escribiría lo que me venga en gana, y ha sido así, desde el amor hasta la política; sin embargo, como todo en la vida, llega un momento donde se hacen presente situaciones que reclaman su lugar. Así llegó en mi vida, la muerte reclamando su lugar, así que la verborrea que en adelante surja y plasme es una dedicatoria a la muerte, que finalmente es el único suceso seguro que nos ocurrirá en esta vida.

Debo comentar que hace meses me uní a un grupo terapéutico; es así como cada lunes por la noche se dan nuestras reuniones, y así conocí a Amelia, una joven de veinticuatro años, cándida, alegre, atrevida, con fuerza y empuje, que aparentaba no tener miedo a nada –recuerdo que alguna vez dijo que en la vida no debía haber tiempo para tener miedo– aunque, como todos sabemos, siempre hay un miedo en nuestro interior. Después supe que su miedo estaba relacionado con la muerte, no por el suceso como tal, sino más bien con saber cómo era la muerte. Me encantaba su actitud, su manera de cuestionar las cosas y hacer frente a la vida.

Hace unos meses, Sebastián, el psicoanalista de grupo, nos reunió a todos como era de costumbre, aunque la manera en que lo hizo fue peculiar. Iniciamos tarde la sesión, algo raro, hasta que alguien dijo que algo no andaba bien. De ese modo, Sebas se hizo presente y nos comunicó algo que, por sus propias palabras, no hubiese querido comunicarnos. Las caras de todos estaban desencajadas; las recuerdo a detalle. Sucede que en nuestro interior sabíamos de qué podía tratar aquello que nos tenía que decir. Finalmente llegó el momento donde nos dijo: Muchachos… Amelia murió.

Inmediatamente se hizo un silencio estruendoso en la sala; recuerdo que Sebas seguía hablando, pero no capté y retuve nada. En mí invadió el recuerdo de la última conversación con Amelia, mientras me quedé mirando el techo. Alguno se paró y pateó su silla; otros se tomaron la cabeza y cerraron los ojos, otras lloraron y se abrazaron desde el desconsuelo y algunos solo se reclinaron en sus sillas. Cada uno se desahogaba a su manera.

Amelia tenía una enfermedad terminal; me hubiera encantado conocerla en sus mejores años, pero el destino tiene sus tiempos, y estos son perfectos como suceden.

Amelia era alguien que no hacía drama –como quizá yo o muchos lo hacemos– le gustaba la sinceridad, y aquellos que me conocen, para bien o para mal, saben que soy amante de la sinceridad brutal. Por eso con ella asumí el compromiso de ser sincero y no ocultarle la verdad. Ambos sabíamos por ello que en la vida hay cosas que no se pueden. La última vez que nos vimos nos dimos un abrazo y me preguntó si tenía miedo. Me dejó perplejo su pregunta, a lo que solo atiné a devolvérsela, y ella, siendo fiel a su estilo, me dijo: "Descubrí que quiero vivir y voy a vivir. Aunque tal vez esta sea la oportunidad de averiguar cómo es la muerte". No dije nada. Solo nos volvimos a abrazar y nos despedimos en medio de algunas lágrimas.

Hace poco más de dos semanas, mi papá ingresó a cuidados intensivos; he aprendido que cuando uno ingresa allí, es para no volver a salir, por lo menos desde mi experiencia personal. Al igual que Amelia, mi papá también tenía una enfermedad terminal. Ahora recuerdo mi última conversación con él. Nuestras interacciones eran casi siempre epistolares, lo que me encanta porque me deja el recuerdo como tal, a diferencia de lo verbal, que es efímero y circunstancial o hasta pretérito.

He aprendido –sobre todo de mi padre– que en la vida no podemos claudicar. Hay tanto por decir sobre él, que a veces tanto es muy poco para definir lo que uno siente en realidad. Las sensaciones y emociones no se pueden transmitir cabalmente a través de palabras, porque finalmente estas fueron creadas por nosotros mismos, que, como sabemos, somos seres tan imperfectos.

Su energía y sus ganas de vivir eran tantas que por momentos confiaba en revertir su situación. Es más, si bien hablábamos de su enfermedad, jamás le gustó que fuera el tema central de las conversaciones; lo terminaba diluyendo y colocaba otros temas de su interés propio, donde siempre deseaba realizar proyectos a futuro; siempre tenía algo por hacer. Era un viajero empedernido, no había quien lo detuviera, ni su enfermedad pudo contra ello, amante de las fotografías, videos y melodías–demostrado en la infinidad de álbumes, cintas VHS, cassettes y CD's con las que contaba–, apasionado de la lectura y escritura. Ojalá tuviese su caligrafía —aunque los que me conocen me dicen que escribo lindo—, pues en realidad, en comparativa, parezco médico de hospital nacional —sin desmerecer—; al igual que con Amelia, a mi padre también me hubiera gustado conocerlo antes, en su época lozana, aunque eso sin duda alguna me hubiera sido imposible.

Me enteré por un mensaje que mi papá había dejado este plano existencial, atorado en medio del maldito tráfico caótico —paradójicamente camino al hospital— de un día de semana por la mañana. Son raras las sensaciones corporales cuando hablamos de emociones; sentí una erupción emocional desde el estómago, me mordí los labios y, sin poder contenerme, me puse a llorar. Desde aquel momento, siento estar en modo avión; no logro conectar del todo con todos y con todo. Es normal, por lo que me han dicho quienes tienen sapiencia y experiencia en este campo. Así que me entrego al proceso.

También he aprendido que en la vida hay promesas que no podemos cumplir, y pensé hasta el momento que eso no era posible, que el incumplir una promesa era simplemente falta de compromiso. No pude cumplir una promesa con la que tanto me comprometí, y la causal fue la muerte.

Supimos por la mamá de Amelia que sus últimas palabras fueron: “Así que esto es la muerte”. Y en mi papá, pude ver en sus ojos cómo vio a la muerte.

La muerte es, sin duda alguna, algo que nos perturba a todos, desde que existimos como género humano. Tenemos la muestra de que cada cultura ha intentado responder esta interrogante como pudo en su momento; así primero surgió la mitología y más tarde la religión. Podemos ser creyentes o no; no cuestiono ello, eso lo dejo librado a la conciencia y la fe de cada uno. Pero independientemente de eso, Dios ha sido la respuesta que la humanidad encontró para calmar y subsanar la angustia que nos genera el desconocimiento de la muerte. Quizá como yo, creas que las personas que no están más en este plano terrenal están en algún otro lado, en algún otro plano; sin embargo, no hay libros ni conocimiento alguno de si aquello es real.

Por ello es así como debemos aprender a soportar la duda. Todo no se puede saber. Nadie puede saberlo todo. Nadie, excepto Dios, si es que, claro, crees en él. Y como ninguno somos Dios, pues debemos aprender a vivir como la mayoría de los mortales comunes que somos, con la duda, con el miedo, con la angustia de no saber qué hay más allá de la vida. Porque, como aprendí de Amelia y mi papá, ir en busca de certeza en este tema es ir en busca de la propia destrucción, porque en lo referente al misterio de la muerte no hay certeza posible: solo teorías, pensamientos y dudas, y a veces, solo a veces, angustia.

Me atrevo a decir que, en los últimos ocho meses de mi vida, he aprendido más sobre la vida misma que de todo aquello que he podido aprender en mis veintisiete años de vida. Los duelos son batallas perdidas, son derrotas, y a quien en su sano juicio le gusta perder; sin embargo, la verdadera pulcritud de la vida está en saber continuar, soltando, sin aferrarse, porque la vida se encarga de sacarte de lugares que no son tuyos y colocarte en otros para aprender y mejorar nuestra versión; del mismo modo hacerte coincidir con otras personas, aunque sea por un breve tiempo y luego divergirlas de tu vida.

En estos días, un amigo —casi hermano— me dijo: “Vivimos menos tiempo del que pasamos muertos”. Así tengo claro que, al reloj de la vida, solo una vez se le da cuerda. Ningún ser humano tiene el poder de saber cuándo las agujas se detendrán. Es el único tiempo que te pertenece, así que vive, ama y lucha con determinación, desconfiando del mañana, porque las agujas pueden haberse detenido para entonces.

La vida es como una montaña; para escalarla, debemos ser como alpinistas, debemos tener guantes y zapatos con trinches, ir atados al de arriba y al de abajo, porque si alguno de los puntos de apoyo falla, tenemos que estar sostenidos de otro punto, porque si no, simplemente nos matamos, así que no podemos avanzar en la vida sostenidos de un solo punto, de un solo sueño, de un solo deseo; porque cuando he perdido sueños importantes, cuando se ha muerto gente querida, cuando he perdido amores, me han sostenido mis otros puntos de agarre, como lo son: amigos, trabajo, estudio, pasiones, hobbies, etc. Ahora que lo pienso, soy una persona que siempre ha tenido más sueños y deseos, que tiempo. He intentado muchas cosas, algunas salieron y la mayoría no, pero eso no importa, porque en realidad prefiero que se me acabe el tiempo antes que los sueños o los deseos; este pensar en mí lo fortalecieron las historias de vida de los seres sobre los que les he contado someramente en las líneas antecedentes de este escrito.

Cuando me toque irme de este mundo, no quiero sentir pena por los sueños o deseos que aún tenía por cumplir. Y no quedarme viendo el transcurrir del tiempo, preguntándome cuánto falta para que esto termine. Así que no he de esperar mi muerte; dejaré que me sorprenda, y qué mejor forma de hacerlo que viviendo la vida a pleno.

Como dije en un principio, este escrito va dedicado a la muerte, pero haciendo énfasis en la vida, porque para que haya muerte, primero tiene que haber vida. Así que vivamos cada día como si fuera el último, sin resentimientos, sin culpa, sin temores, aunque, como todo en esta vida, a veces es un poco difícil. Pero no claudiquemos en el intento. Aunque la vida siempre nos enseña con sus formas que todo no se puede.

jueves, 21 de noviembre de 2024

Las imputadas del juicio

 

Comienzo con la siguiente premisa: no hubiese imaginado jamás escribir sobre este tema; de hecho, la publicación de esta semana ya estaba elaborada desde la semana pasada, pero debido a uno de los últimos aconteceres en mi vida, pues me he visto en la necesidad de publicar estas líneas.

Hace tan solo unas horas, he sufrido lo que significa la extracción de dos muelas del juicio, un premolar y una supernumeraria. Así es, leyeron bien, en total la extracción de cuatro muelas; todo se logró en menos de ochenta minutos. Aunque en realidad, en las últimas semanas me han extraído en total siete muelas. Pero remontémonos un poco en el tiempo, y vayamos al quid de la cuestión.

Aproximadamente hace doce años, me indicaron que debían extraerme las muelas del juicio para proceder con el inicio de mi tratamiento de ortodoncia, que implica el uso de dispositivos para enderezar los dientes, en busca de la tan deseada sonrisa “ideal”, pero ciertamente en su momento me causaba mucho miedo y pánico la idea de extraerme muelas, y más aún siendo las del juicio. Sumémosle que en mi entorno escuchaba que era el dolor más horrible que uno podía sentir, pues así fue como me generaron un temor. Es así como al dentista solo iba por: limpieza bucal, control dental y prevención de placa. En el transcurrir de todos estos años, no volví a tocar el tema de la extracción de estos molares, que era el génesis para comenzar con mi tratamiento de ortodoncia.

Finalmente, hace unos meses decidí que era el momento de dar este salto en mi vida, dejar de ser aquel chiquillo cobarde que tenía miedo a la extracción de molares y lanzarme como adulto al consultorio dental para que inicien con toda la labor que implica mi tratamiento.

Producto de ello, nuevamente he perdido partes de mi cuerpo, como sabrán algunos de ustedes, pues desde hace quince años solo vivo con un riñón, así que la primera pieza que perdí de mi preciado cuerpo fue mi riñón izquierdo. Por razones obvias, pues no guardo conmigo a ese órgano mío, como un recuerdo en algún cofre; sin embargo, distinta es la situación que ocurre con mis muelas, pues estas se encuentran descansando en un cofre, quizá esperando al Ratón Pérez y que me deposite un buen billete por ellas —no por su valor, sino para mínimamente recuperar el costo de extracción, jajaja— o simplemente como recuerdo de <aquello que alguna vez fue parte de mí. La semana pasada hablaba sobre la impermanencia y me sigue resonando hasta en estas líneas; ni siquiera lo que nos constituye como seres está asegurado a permanecer con nosotros.

Estas semanas de dolor, pues ciertamente, no eran como las imaginé o como por lo menos escuché. En la primera intervención, donde me sacaron tres muelas: dos del juicio y un premolar, pues no sentí dolor alguno y mi cara por lo menos no terminó hinchada. De hecho, todos se sorprendían al verme y que no tuviese ningún estrago producto de esta intervención. Al día siguiente ya estaba trabajando y volviendo al gym a los tres días. Lo único incómodo era el dolor por los puntos y el cuidado ante la alimentación, pero después de ello todo transcurrió con normalidad. Aunque, obviamente, esto también fue posible por el cóctel de medicamentos que ingresaban a mi organismo y las preciadas manos de mi odontóloga principal.

La evolución y obtención de buenos resultados en la primera intervención – espero también en esta segunda – pues definitivamente va asociada a que puedo contar con un excelente equipo de odontólogos, especializados en lo más mínimo; así es como en esta última intervención tuvo que sumarse un cirujano maxilofacial, todo por la bendita supernumeraria que estaba bien enterrada y no medía más de 6 mm. Así que literalmente tuve a dos cirujanos encima mío, forcejeando a punta de infinidad de herramientas quirúrgicas en mi estrecha cavidad bucal.

Resalto que mientras escribo estas líneas, pues estoy sumamente adormecido y con todo tipo de fluidos médicos en mi torrente sanguíneo. Siendo sincero, no siento media cara, mi cabeza está volando por las drogas y a la vez siento que palpita; y mi cuerpo tiene la temperatura de una playa en verano. Obviamente, en mi trabajo oficial, tengo permiso y en mi trabajo alternativo, pues corresponde trabajo asincrónico. La única parte negativa de todo esto es la alimentación, porque soy de los que aman los sólidos, pero toca estar por casi una semana con dieta blanda y blanca, con líquidos a montones; por lo menos esto último significa que para el fin de semana no hay excusa que justifique la ausencia de una deliciosa botella de Smirnoff. Pero ya está, finalmente perdí aquella barrera entre la ortodoncia y yo.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Impermanencia

Cuando buscas esta palabra en la web, la IA brinda la siguiente información: La impermanencia es un concepto que se refiere a la inestabilidad o falta de permanencia de las cosas. Se trata de una verdad universal que se aplica a todo lo que existe en el universo, desde los seres humanos hasta las estrellas y los planetas.

Todo es constante cambio, lo que estás atravesando no es permanente, más aún cuando hablamos de emociones, por ejemplo, si alguien a quien quieres, fallece, la muerte es permanente, pero las emociones producidas por la ausencia de alguien son impermanentes.

Nada es igual, por más que cada año venga la primavera y florezcan las flores, pues las flores que florecen jamás son las mismas, así mismo, cada uno somos versiones nuevas de nosotros mismos, los períodos de la vida tienen diferentes sabores, la versión de hoy no es la misma de mañana y mucho menos la de ayer. Tengo una frase que resuena en mí: “Nunca en mi vida he sido tan viejo como lo soy hoy, nunca en mi vida volveré a ser tan joven como lo soy hoy”, en conclusión, tenemos este momento.

Lo bueno y lo malo pasa, la vida tiene etapas, las relaciones tienen etapas, nunca más volveremos a coincidir con algunas personas porque vamos cambiando en el trayecto. Uno puede intentar aferrarse a la idea de que cuando las cosas son buenas, no deberían cambiar. O en su defecto podemos disfrutar de lo que vivimos en el momento, aceptando el cambio constante; algo que aplico en mi día a día es la gratitud, he aprendido a conocer el tema de la impermanencia desde lo que significa el termino de una relación, el cambio de trabajo, el cambio de un hogar, la ausencia física de un ser querido; nuestros privilegios no son permanentes, nada me asegura que mañana pueda seguir contando con buena salud, con un trabajo fijo o contar con todos mis seres queridos; todo es un privilegio, todo en la vida es tan solo un préstamo, solemos creer que todo es un derecho, y perderlo nos genera enojo o sensaciones negativas y obviamente al perderlo, pues se genera un duelo.

Existe el efecto que cuando estamos en un momento alto de la vida, sentimos o nos decimos que logramos la felicidad, pero la vida siempre te sorprende a veces con un bajón con momentos de dolor. Alguna vez escuché lo siguiente: “la vida se trata de la crisis, existen veces que estamos saliendo de la crisis, entrando a una o viviendo la crisis como tal”. Así que reconozcamos que todos los momentos tienen crisis, seamos conscientes de ello y adoptemos la posición de aceptación, porque si no, solo tendremos sensaciones contraproducentes. Un lema mío es: “esto también pasará”, a veces nos va bien y a veces nos va mal, disfrutemos de cada detalle de felicidad que nos da la vida, como por ejemplo un abrazo de mamá, sintamos cada detalle de ese gesto, porque como seres humanos, somos seres finitos, todo es prestado, todo es impermanente. Y en los momentos de dolor, también agradezcamos de esas sensaciones, reconociendo las cosas que tenemos, como buena salud, que puedes caminar o mirar, que tienes un hogar donde descansar, que tienes ingresos que te permiten solventarte; así que no borremos lo que nos duele, reconozcámoslo y abracemos cada momento, siendo conscientes.

La vida te da cosas sin que las pidas y también en algún momento las pide de regreso. He aprendido que hay algo muy bonito cuando le damos el sentido, que en algún momento podamos ayudar a otro desde nuestra posición. Así que levanta la mano cuando necesites ayuda para sobre llevar esos momentos malos, aunque puedas creer que no tienen sentido, pero en realidad no es así. Cada experiencia de vida, puede resonarle a otra persona, así que el testimonio propio puede ayudar a otros, ayudemos desde lo que somos, no solo por ser buena gente, sino por saber lo que la otra persona puede estar pasando. Ojo, no como alguien que ya tiene todo resuelto, si no mas bien como alguien que es consciente que todo es pasajero.

En la vida siempre tendremos nuevas experiencias, no hemos conocido a todas las personas que tenemos que conocer, no hemos probado toda la comida que nos va a gustar, todavía nos quedan muchos lugares por conocer, no hemos tenido todas las experiencias; y si el caso fuera que no, pues de todos modos tenemos este momento. Algo muy interesante, es que mientras escribo estas líneas es mi momento presente; mientras tú lo estas leyendo, para ti es tu momento presente, y para mí, solo será un recuerdo de mi pasado. Así es la impermanencia.

Incluso todos estos escritos, que forman parte de este proyecto, quizá también algún día acaben, y estos solo queden como un efímero recuerdo. Soy consciente que quizá en cualquier momento se acabará, porque habrá algo que me mueva más o porque simplemente ya no quiera o pueda seguir escribiendo. La vida es un préstamo, los seres queridos son un préstamo, nuestro cuerpo es un préstamo.

Cada día dejamos huellas en el camino que vamos trazando, al decidir cómo vamos a impactar en las personas de nuestro alrededor, ya sea compartiendo experiencias o desde la gratitud. Esta versión mía de hoy, no lo sabe todo, no sé si hoy estoy arriba o abajo, pero lo que soy hoy, es lo que sé y con el paso del tiempo aprenderé, pero no por ello juzgo mi pasado, pues finalmente eso me trajo aquí, así que comparto con ustedes el reconocimiento de la impermanencia, hoy puede ser un día oscuro, pero mañana es un nuevo día, que podrá quizá tener mucha luz. Si estás en un momento de plenitud disfrútalo mucho y si estás en un momento de dolor recuerda que, es impermanente.

jueves, 7 de noviembre de 2024

No eres mejor persona

No te hace mejor persona bajar la luna de tu auto y darle un sol al niño pobre del semáforo. Eso no es comprometerse, eso no es solidarizarse, eso no es hacerse cargo, eso es más de lo mismo. Sería mucho mejor si decidieras pagarle el colegio, o ver la manera de sacarlo de ese mundo. Sí se puede, a mí no me van a contar la historia de que no es posible. Sé por qué lo digo. Solo es un tema de querer hacerlo. Hazte cargo al 100% de un niño de la calle. Así que dale amor, dale fe, dale esperanza, medios para salir adelante, extírpalo de la miseria que le tocó vivir. Eso es realmente amar a la niñez; lo demás es basura. Y seamos honestos: muy caro no te va a salir.
  
No te hace mejor persona regalar comida en bolsita para llevar, esa que no quisiste terminar en el restaurante. Eso es simplemente miserable y más miserable aún, es decir: la comida no se desperdicia, hay que dársela a los pobres. Los pobres, efectivamente, tienen hambre y seguro van a aceptar con mucho placer tu bolsita de sobras (porque eso son, sobras). No se da lo que a uno le sobra, hay que dar más bien de lo que le falte. Lo aprendí desde la ausencia y la carencia. Ese es el verdadero esfuerzo. Además, ¿te gustaría que te hagan lo mismo? Seguro que dirás, “pero esa gente no tiene qué comer y lo van a agradecer”. Sí, de hecho, pero tú sabes muy bien que a ti no te va a mandar a la bancarrota comprar un plato de comida exactamente igual – o mínimamente similar – al que acabas de comer. No hagas con otros lo que no te gustaría que hagan contigo. Eso me ha enseñado la vida.

No te hace mejor persona ir a misa todos los domingos, golpearte el pecho, rezar mil avemarías, dar tu limosnita para los más pobres y orar por la paz del mundo si en tu propia casa lo único que se vive es desigualdad, le das comida distinta de la que tu consumes a tu empleada, no les pagas los beneficios sociales, no compartes la mesa con ellas con el pretexto que no saben de modales… Si no saben, enséñales. Jesús enseño a pescar, ¿no? Bueno haz lo mismo pues. Si no practicas la reciprocidad, ir a misa y desgarrarte en padrenuestros de nada sirve. Recuérdalo siempre.

No te hace mejor persona desgarrarte las vestiduras diciendo que cumples los mandamientos de Dios y respetas al prójimo, cuando en realidad eres doble cara y falseas o trufas incluso a la persona que comparte contigo tu día a día, ya sea hermano, pareja o amigo, esos seres son los de peor calaña que existe en este plano. Mínimamente ten la dignidad de no engañarte a ti mismo y acéptate como eres, deja de simular que eres una buena persona o meter a Dios como testigo de tu dizque rectitud humana.

No te hace mejor persona decidir donar algunos céntimos en el cajero del supermercado. Cuando después recolectas facturas de terceros por consumos en restaurantes u hoteles con la finalidad de disminuir tu aporte de impuesto a la renta. Pensar que en algún momento me preste para esa patraña. Así que en adelante se honesto no solo contigo mismo o con tu entorno cercano, sino también con todos aquellos a quienes no conoces, pero indirectamente estamos enlazados buscando que este país, algún día pueda terminar de convertirse en un lugar digno donde vivir.

No eres mejor persona por pagar un poco mas en tu almuerzo del trabajo, dizque justificando el adicional como subsidio para que el almuerzo del personal operativo sea más accesible. Cuando en realidad lo único que provoca es desigualdad, con la existencia de dos comedores: uno de operarios y otro de administrativos. Eso es como que haya un baño para blancos y otro para negros. Así de retorcida me parece la situación. Lástima que pasé por dos empresas donde se clasificaba de esa manera. Todos somos seres humanos, iguales ante los ojos de Dios. No eres mas por tener un grado académico, tener una billetera mas holgada o tener mas beneficios que la persona que puedas tener al frente tuyo. Así que reclama cuando puedas, usa el buzón de sugerencias de tu empresa – ese que para casi siempre vacío – para expresarte, utiliza lo que tengas a tu alcance para tratar de que la convivencia laboral sea lo mas directa posible y no exista una brecha de desigualdad social.

No te hace mejor persona pasearte con tu latita pidiendo ayuda para los niños con cáncer. Cuando finalizando la jornada te quedas con un porcentaje, como si fuera el cobro del quinto real. Una burla, claro está. Si permites eso, sino lo denuncias, si no lo enfrentas, por más que te pases la vida recolectando dinero para los niños con cáncer, leucemia, SIDA o lo que fuera, serás simplemente miserable y, peor aún, serás una persona de doble moral, doble discurso, doble código. Y eso también es basura.

Es bueno confrontar tus valores con tus actos. Definitivamente es difícil, muy difícil, y siempre estará a la mano la siguiente respuesta: es que uno no puede ir contra la corriente, contra el sistema, contra la realidad. Me imagino que ese es el lado fácil de la solidaridad: vivir haciéndose el que hace el bien para tratar de borrar todo el mal que directa o indirectamente hacemos. Confróntate un poquito, mal no te va a hacer, un bañito de consecuencia en este calor insoportable, seguro que te podrá hacer mejor persona.

Por cierto, no te hace mejor persona escribir y publicarlo en un blog como este, a los que siempre hablamos en voz alta se nos juzgará con la vara más larga. Eso me encanta.

jueves, 31 de octubre de 2024

Tienes que poner límites

 

No se trata de ser bueno, se trata de ser tú

Cuando tienes que poner límites, los pones

Cuando algo se pasa de la raya, hay que pararlo

Estas líneas previas, me las hizo llegar una amiga, desde la plataforma de TikTok, siempre he sido escéptico sobre la información que uno puede encontrar en las redes sociales, de hecho, la única que consumo es Insta – siempre con pinzas – pero de vez en cuando uno se topa con cosas como esta, que pueden ser hasta cierto punto, enriquecedoras.

Me resuena lo siguiente: Se trata de ser tú, desde lo que somos hoy día, siendo en la medida de lo posible conscientes con lo que hacemos, decimos y deseamos.

Ser uno mismo, significa mostrarse tal cual uno es, con defectos y bondades. Ser uno mismo, al mismo tiempo implica poner límites, no se trata de dejar que te pasen por encima, de hecho, no pasa nada cuando pones límites, porque cuando alguien no coloca los límites, pues simplemente se posiciona en estado de peligro, ya que están alterando tu bienestar.

Ser uno mismo, incluso es ser vulnerable, obviamente ello no ocurre con todo el mundo, sino tan solo con tu círculo más cercano y privado, desde lo que somos, debemos permitirnos ser ayudados en un mal momento y también ser elegibles hasta en la peor versión de uno mismo.

Pero como todo en la vida, a veces tienen que pasar tus límites para que recién puedas aprender.

Como seres sociables, que buscan la aprobación de otro, podemos encontrar en el amor un siguiente nivel, eso ocurre cuando afrontas todo lo que te ocurre sin quedarte solo con el acto superficial, sino más bien ahondando en la búsqueda de aquella herida de trasfondo que tiene la persona en frente, porque he aprendido por mucho, que todos finalmente conectamos con aquel niño o niña de nuestro interior, que por supuesto ha de tener traumas, y si no son trabajados, pues en definitiva te mantienen encadenado. Así que, en una siguiente, no te tomes las cosas a nivel personal, finalmente las personas solo somos animales complejos, con capacidad de raciocinio y no nos guiamos del instinto, sino más bien por el deseo, lo que desemboca en toda una maraña de posibilidades en la interacción social y por si no fuera poco, también somo seres amnésicos.

Como un amigo me decía, no existen personas buenas o malas, las personas hacemos cosas en donde todo depende de la perspectiva de quien es observador; todos en algún momento hemos actuado tirando nuestra basura a la humanidad. Pero como usualmente es, lo que entregamos o recibimos del mundo es simplemente una proyección de lo que ocurre dentro de nosotros, de lo que sentimos en ese momento.

Tuve una época que lanzaba toda mi mierda al mundo, porque en realidad estaba molesto conmigo y no me daba cuenta de eso, hasta que lo empecé a trabajar conscientemente, es una chamba constante y tediosa, que en realidad nunca ha de acabar.

Ahora soy consciente de ese estado mío, así que cuando estoy molesto, cabreado o tira mierda, me pongo en la posición de detenerme por un momento y ver que es lo que me está pasando; de ese modo busco solucionar lo que está pasando adentro mío. Por ejemplo, la semana pasada tuve mis cinco segundos de enojo y casi largo a alguien, pero me di cuenta de ello mientras hablaba y puse mi freno de mano, porque finalmente nunca se puede borrar lo que decimos. Así que el chiste va de ser consciente y darse cuenta, de cuando alguien puede transgredir tus límites, así como también, cuando uno mismo se pasa de sus límites o transgrede los de otro. Ahora, esto no es fácil, porque no es algo del momento, sino es un trabajo constante que requiere de mucha consciencia y es algo de no acabar nunca, porque finalmente así podemos aspirar a llegar a nuestro nivel más consciente. Así que recuerda:

No se trata de ser bueno, se trata de ser tú

Cuando tienes que poner límites, los pones

Cuando algo se pasa de la raya, hay que pararlo

No seas tan dulce que te quieran comer.

Añadiría: Porque a veces, te comen con zapatos y todo.

jueves, 17 de octubre de 2024

El triunfo surge de las cenizas del “error”

Esta semana no tenía ánimos para escribir, mi mente estaba tan densa de ideas que era difícil identificar alguna que pudiese plasmar en este plano, estuve tratando incluso de actualizar algunos escritos que ya tengo hechos, pero ninguno me nacía compartir. Así, en ese ir y venir de pensamientos, me embarqué en buscar un poema que recordé haber encontrado hace un tiempo atrás, sin embargo, no lo encontré entre mis apuntes, tampoco en mis libros y curiosamente tampoco en internet – que todo lo sabe – pero me encontré por casualidad – o causalidad – con un poema de Pablo Neruda.

Este poema nos invita a asumir la responsabilidad de nuestras vidas y actuar con lo que somos para ser mas libres, en base a nuestras elecciones, quizá está claro que no podemos decidir por todo aquello que nos sucede, pero en cambio tenemos la capacidad de elegir como vivimos.

Alguien me dijo hace poco que no existe el crecimiento sin previamente haber cometido “errores”, es cierto, me atrevo a decir que los errores son la consecuencia de lo que sabemos hacer ahora en cada momento de nuestra vida. Aprendemos de los errores si los miramos de frente. El aprendizaje que hubiéramos podido adquirir con ellos no se produce si los intentamos atribuir a otra persona o a las circunstancias; porque así entonces, somos nosotros los que perdemos.

Incluso cuando las circunstancias sean de las más desfavorables y no podamos hablar de errores, sino de dificultades extremas, podemos trabajar para aceptarlas y empezar a construir nuevos caminos con aquello en lo que realmente confiamos. Puede ayudarnos a tomarnos un tiempo cada día para conectar con nuestro corazón, nuestra voz interior o nuestra conciencia. Entonces, solo así nosotros mismos seremos nuestros guías. Siempre es peor mirar hacia otro lado, aunque aceptar la realidad "tal como es" implique tener que enfrentarnos a grandes retos.

Cuando tomamos algunas decisiones en la vida, no sabemos qué sucederá después. La vida guarda cuidadosamente sus misterios hasta que estamos listos para descubrirlos. Tal vez evitaríamos algunos de los más difíciles si supiéramos todo lo que nos ocurrirá después de emprender un camino que hayamos elegido. Y puede que se trate precisamente de algunos de los que contribuyen más a nuestro desarrollo como seres pensantes.
Neruda tenía toda la razón, la culpa nos arrastra al pasado y a una vida que no es nuestra. Nos aleja de nuestro propio centro, aquel que debemos buscar desde siempre que seamos conscientes. Aprovechemos la invitación a experimentar la fuerza creativa de la vida, la naturaleza, su capacidad de regeneración y su belleza.

La familia, los amigos, el trabajo, la universidad o demás grupos sociales, son lugares privilegiados para buscar experimentar reinventarse cada día con lo que tenemos a nuestro alcance, con aquello que somos, con la mirada limpia y sin culpar a nada ni a nadie. Y es que, como aprendí hace unos días, cada mañana nace un hombre nuevo, cada día tenemos la oportunidad de equivocarnos de nuevo y aprender más aún. Como dice Comte-Sponville, “somos lo que hacemos, con lo que hicieron de nosotros”.

Sin mas preámbulo, les comparto este poema que quizá ya tengan a bien conocer.

Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo
y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos
y prueba que tú siempre has de ganar.
No te amargues de tu propio fracaso ni se lo cargues a otro,
acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.
Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar
y que ninguno es tan terrible para claudicar.
No olvides que la causa de tu presente es tu pasado
así como la causa de tu futuro será tu presente.
Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones,
de quien vivirá a pesar de todo,
piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo
y tus problemas sin eliminarlos morirán.
Aprende a nacer desde el dolor
y a ser más grande que el más grande de los obstáculos,
mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte
y dejarás de ser un títere de las circunstancias
porque tú mismo eres tú destino.
Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida, ahora despiértate,
lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida;
nunca pienses en la suerte, porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados.

No culpes a nadie - Pablo Neruda.

jueves, 10 de octubre de 2024

Cuestiónate y actúa

 

Esta semana, no he podido sostener la lectura como lo he venido haciendo en las últimas semanas, debe tratarse de esos espacios en la vida de uno, donde sin razón alguna caemos en estados de batería baja, y simplemente seguimos con lo necesario y básico.

Sin embargo, en una lectura, me encontré con una serie de preguntas que me llevaron a pensarlas profundamente, con la finalidad de brindarme una respuesta certera desde el ahora. Ante ello, seleccioné las preguntas que a mi criterio demarcan mayor trascendencia en términos generales para la vida de cualquier ser humano.

Así que, hagamos este ejercicio, supongamos que te quedan menos de veinticuatro horas de vida, por lo que debes cuestionarte con estas preguntas:

  • Si la vida te ofreciera vivenciar tu peor recuerdo ¿Qué haces, lo revives o lo borras?

Tu respuesta definitivamente revelará tus prioridades emocionales.

  • Recibes una caja con todo lo que has perdido (objetos, personas, momentos) en tu vida, ¿Qué es lo primero que buscarías?

Tu respuesta colocara en evidencia lo que mas valoras y deseas recuperar.

  • Al quedarte solo un día de vida, ¿a quién se lo cuentas?

Tu respuesta revelará el grado de complicidad que tengas con la persona elegida. 

  • Si tuvieras que elegir un espacio-tiempo futuro ¿a dónde irías en este momento?

Tu respuesta revelará tus anhelos y metas, así que reformulando sería, que esperas para hacerlo.

  • En una habitación están todas las personas que has conocido en tu vida y solo puedes quedarte con una ¿a quién elegirías?

Tu respuesta revela el impacto de esa persona en tu vida misma, cae de madura la pregunta. 

Esta bien hacerse preguntas de vez en cuando, para poner las cosas en orden, para ir por algo más, para reorganizarse. Así que haz el ejercicio de pensar conscientemente sobre las respuestas que puedes brindar a estas preguntas, y en base a ello, permítete actuar.

jueves, 3 de octubre de 2024

Tiempo, tan efímero como duradero

 

En los últimos días estuve creando momentos para compartir con mis seres queridos, y noté la peculiaridad del tiempo, esa que hasta entonces solo había leído en libros de Comte-Sponville o fracciones de texto de Freud y profundamente con Rolón.

Es así como estuve con quien no solo es mi amigo, sino más bien como un hermano para mí, nos conocemos casi la mitad del tiempo que ambos llevamos en este mundo terrenal. Así que hemos atravesado por muchas vivencias, ya sean de manera conjunta o individual, siendo en definitiva entre las más preponderantes: contar con la ausencia de seres que por algún momento de nuestras vidas nos acompañaron, sin distinción alguna de la relación, de los cuales muchos ya ni siquiera tienen presencia en este plano existencial. Así pues, queda claro, que lo único seguro que tenemos como seres humanos es que nada es para siempre. Todo es finito.

Sucede que mi buen amigo, continuará con su etapa profesional yéndose a un pueblito  que casi no figura siquiera en el mapa  llamado Quiñota. Dado esto, caímos en consciencia que oportunidades para seguir compartiendo tiempo y generando momentos, pues no dispondríamos de muchas, sobre todo en los próximos meses, es así como en estos últimos días, aprovechamos en generar  esos momentos de felicidad – pecando de recatado sino digo que también de euforia – reuniéndonos ya sea en mi depa o en su casa, conversando por unas horas antes de finalizar el día de las banalidades ocurridas, jugando y riendo con videojuegos que nos acompañaron en la adolescencia, conversando de los amores que se volvieron en desamores, extrañando las ausencias y valorando mejor aún las presencias, pidiendo delivery de pizza o lo que hubiese para comer según la hora, libando licores – no bebiendo – porque sino simplemente en estos últimos días nos hubiésemos convertido casi pseudo alcohólicos basándonos en los parámetros de la OMS, desayunando y quedando estupefactos de las noticias atroces que se transmiten por la TV – donde nos era preferible soltar una carcajada de incredulidad y evitar así activar nuestro sistema simpático al comenzar la mañana – así que mejor apagamos la TV para no abrumar al cerebro. Y claro, como no resaltar el plato de chaufa a la Gusteau que tomó como dos horas hacerlo, no hubiera costado nuestro tiempo haberlo pedido por delivery, pero es por momentos como esos que estoy agradecido y los valoro, ya me corresponderá en su momento dar de mi tiempo para hacer mi especialidad, lasagna a la Linguini.

Tengamos claro y presente que la felicidad como tal, no habita un lugar de tiempo o espacio determinado, no debemos olvidar que para nosotros – seres hablantes – los espacios y tiempos están sumidos por emociones, ya sea de pedazos dichosos o desgarrados de nuestra vida. Así que hagamos aquello que deseemos, porque nada es para siempre, con el transcurso del tiempo, permitámonos llegar a donde elijamos, contemplando el camino y no solo llegando al destino final.

Como seres humanos, solo somos seres pasajeros y valgan verdades nuestra transición por este mundo es muy corta, aún si quizá llegamos a cubrir nuestra expectativa de vida – siendo que la muerte no nos sorprenda cuando estemos transitando la edad lozana – habiendo tenido todo ese tiempo, pues en realidad se hace muy efímero.

No hay tiempo en la vida para hacer todo lo que queramos, nadie tiene el tiempo necesario para hacer todo que lo quisiera hacer, porque la vida es finita. Esa es nuestra gran tragedia, y tal como decía Nietzsche, quien sentía una enorme envidia por la vaca, que andaba pastando sin culpa por lo hecho en el pasado y sin angustia por el porvenir; pues en contrariedad, nosotros como seres humanos no somos así, porque arrastramos culpas y traumas del pasado, miedo a la vejez, miedo a la muerte, miedo a las ausencias, miedo a no concretar los sueños deseados, eso es lo que nos hace seres humanos, es vivir con esos sentimientos trágicos, que como bien decía Unamuno es sabernos finitos. Por ello, desde que nacemos tenemos como mandato que el tiempo debe ser lo más valorado.

Así que, en adelante, considera que cuando alguien te regala su tiempo, en realidad te está regalando parte de su vida, cada uno de esos gestos hay que valorarlos muchísimo.

Permitámonos, seguir creando momentos, donde por un instante no importe como va transcurriendo el tiempo, que como ya sabemos, en nuestro caso, es finito.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Acoso telefónico

 

Este es un drama de la vida real. Lo vengo viviendo desde hace más o menos un par de meses. De lunes a viernes, desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, vengo siendo víctima de acoso telefónico. Sistemático, casi sin parar. Y no me refiero a las llamadas con las que suelen atacar los extorsionadores – dicho sea – es un tema que ya se le escapó de las manos al gobierno. El hostigamiento del cual vengo siendo víctima proviene de empresas de telefonía, bancos, universidades, operadores de TV y hasta tiendas de ropa.

Método de hostigamiento 1: el cliente elegido

-Sr. Jorge Zaferson lo llamamos del banco X para decirle que ha sido elegido de nuestra base de clientes para obtener hoy una tarjeta de crédito, con una línea de crédito disponible de X soles, los cuales podrá utilizar inmediatamente al finalizar esta llamada, ¿Me proporcionaría su dirección para poder enviársela?

-No señorita, gracias. No deseo ninguna tarjeta de crédito por el momento.

-Pero señor, tenga en cuenta que tendrá una línea de crédito sin intereses y ahora mismo sin firmar algún documento, solo tiene que decir SI en estos precisos instantes.

-Señorita no deseo la tarjeta, gracias. En estos momentos estoy ocupado. Disculpe.

-¿Cuál es el motivo por el cual no desea aún nuestra tarjeta de crédito?

-Porque estoy conforme con las que actualmente manejo, y no necesito añadir otra a mi uso. Tengo que cortar. Disculpe.

Fin de la conversación. Para comenzar una entidad financiera que otorga créditos, siempre cobra intereses sino como ganaría dinero; no entiendo cómo puedo estar en su base de datos, fácil me sacaron de una lista de datos de la Deep web o – quizá menos probable jaja – es que sea por el hecho de haber comprado en una tienda por departamento que coincidentemente lleva el mismo nombre del banco.

Método 2: migración de operador móvil

-Buenas tardes, ¿con el Sr. Jorge Zaferson, titular de la línea? Lo llamamos de Movistar para informarle que tenemos planes que se adecuan mejor para usted.

-Disculpe joven, pero en estos momentos no estoy interesado en los planes de telefonía de Movistar.

-Anímese, contamos con equipos a un bajo costo. Nosotros nos encargaremos de realizar la migración de operador. Sin costo alguno y de manera inmediata.

-No gracias. Me siento a gusto con el equipo y plan que tengo ahora. No quiero migrar. Hasta luego, disculpe.

Fin de la conversación. Probablemente a muchos los han llamado con la misma finalidad. Pero se convierte en hostigamiento cuando te llaman por lo mismo aproximadamente dos veces al día y peor aún siendo del mismo operador móvil. 

Método 3: servicio al cliente

-Buenas días, Sr. Zaferson. Lo llamamos de tiendas X para saber si quedo conforme con su traje y con el servicio brindado en nuestro local.

-Señorita en estos momentos no puedo atenderla, pero todo muy bien.

-Entonces, por favor podría responder a las siguientes preguntas.

-Señorita no puedo, disculpe.

-Entonces, ¿en qué momento estará disponible para volver a llamarlo?

-Pues a partir de las siete de la noche aproximadamente.

-Entiendo, pero a esa hora ya no será posible, para otra oportunidad será. Tenga buen día.

-Igualmente señorita.

Fin de la conversación.

Así me la paso contestando llamadas todos los días, con amabilidad, cortesía y educación. Muchos ya me han dicho que los debo mandar al diablo, que me queje al Indecopi, que simplemente no conteste o mejor aún descargue una app que funciona como detector de esta clase de llamadas y automáticamente las desvía. Pero no lo hago por el simple hecho de que en ocasiones me llaman de centros educativos por cursos y charlas que se van a dictar, las cuales me interesan. De suscripción de diarios y revistas que me interesan, ofreciéndome descuentos y membresías mejoradas. De un nuevo trabajo al cual me pude postular y espero el contacto. Y hasta de la SUNAT o mi SAB, ya que algo importante tendrán que decirme. 

Además, porque desde hace un tiempo tengo conocimiento que por cada llamada contestada, es una llamada pagada para las personas que trabajan en call center. Si nadie te responde ese día, simplemente no cobras las comisiones, que implícitamente dicen que ganarás como parte de tu salario mensual, cuando en realidad solo te llevas la RMV. Seguiré aceptando las llamadas, pero espero que ya no me acosen tanto.

jueves, 19 de septiembre de 2024

Ya no eres como antes

Pienso que menos mal no somos los de antes. Yo no sé si en cinco minutos siga siendo el mismo, cada minuto puede ocurrir algo que nos haga cambiar por completo, ya sea desde la forma de pensar, sentir o ver las cosas, esa es una realidad, como seres humanos somos seres cambiantes, porque estamos orientados a evolucionar para bien o mal, así que esa es una realidad rotunda.
Hagamos el ejercicio de ponernos a pensar y evaluar cuanto hemos cambiado, detectando todas aquellas situaciones que específicamente nos han ido conduciendo al cambio. Comienzo haciendo este ejercicio, pudiendo decir que efectivamente no soy el de antes, y en buena hora la verdad, si retrocedo, y por ejemplo encuentro al Jorge que inició la universidad, pues he cambiado mucho – y no me refiero solo a madurar – desde las metas, pilares de forma y pensamiento; ahora, no yendo tan distante en el tiempo, puedo decir que en el corto plazo también he afrontado cambios y tomado decisiones que me permiten estar mejor conmigo mismo. 
Hace unos días mantuve una conversación con alguien a quien no veía hace muchos años, el momento fue enriquecedor en muchos aspectos, pero algo se me quedo dando vueltas en la cabeza, fue la frase: “ya no somos los de antes”. Ambos llegamos a la conclusión que efectivamente no somos como éramos, y partimos de la premisa que, en realidad, nadie en absoluto es como antes, porque, por el contrario, dada nuestra naturaleza, pues en realidad siempre estamos siendo. Todo el tiempo ocurre en nuestra vida diversos eventos, que, sin importar el tamaño de las repercusiones, pues siempre nos van a ir modificando nuestra manera de ser y la manera en cómo abordamos la vida. Por lo que, en definitiva, puedo llegar a la conclusión, que se me dificulta el pensar que haya un ser humano donde en las diferentes áreas de su vida sea “como antes”.
Siendo sincero, puedo decir que menos mal no soy el de mis veinte; actualmente tengo veintisiete y para alguien mayor de treinta, pues la edad entre los veinticinco y veintinueve son las épocas doradas en apogeo de la juventud, ya la historia cambia un tanto cuando uno pasa la famosa crisis de los treinta y mucho también conllevará como lleguemos a ese momento de nuestras vidas. Así que, al estar aún joven, en definitiva, estas líneas caerán por su propio peso para el Jorge que las vuelva a releer cuando haya pasado la edad de los cuarenta o cincuenta – si es que llego – y es que la vida es como un buen vino, mientras más tiempo tenga, mejor se podrán connotar los tonos que tenga para aportar. 
Así que partamos por el hecho de captar el ritmo de la vida, que todo el tiempo estamos cambiando, porque si no vamos a ese ritmo, pues simplemente nos convertimos en una versión desfasada de nosotros mismos. Imagina por un momento, como serían las apps de tu celular sin las actualizaciones, lo notorio es como cambia la interfaz, lo que uno puede observar, pero también incluye el paquete de mejoras a nivel interno, aquello que es implícito, como la velocidad, la inteligencia, la accesibilidad, etc. Pues pienso que tal cual ocurre con nosotros. 
Me pasa que cuando converso con gente mayor, siempre escucho la frase: “es que antes era mejor”, y no dejo de pensar en cómo se quedaron atascados como si fuese un bucle. Por mi parte me permito decir, creo que lo mejor es lo que ocurre en el presente, lo que te está pasando en este momento, no lo que ocurrió en el pasado. Aunque también he de rescatar que el hecho de ese pasado fue necesario para poder haber llegado hasta este momento, este presente como tal. Y es que, así como ocurre en las actualizaciones, no nos podemos saltar directamente de la versión 1.1 a la 5.1 sin considerar un trabajo previo. 
Y si aún te caben dudas para cuestionar esta posición, pues te lanzo lo siguiente: lo mejor ocurre ahora porque estas vivo, tienes la capacidad de decisión en el presente; por el contrario, si te quedas en el pasado pues en definitiva estas renunciado a la vida, eso está clarísimo. Como seres humanos, la transición de nuestras mejoras no se hace en un laboratorio, sino en la vida misma, a partir de todo aquello que nos vaya ocurriendo en lo cotidiano, así en esos momentos nos estamos permitiendo hacer modificaciones al código de nuestra versión. Y si, por el contrario, decides quedarte encapsulado con el pasado, también está bien, pero asume esas consecuencias como tal y no jodas a los demás. 
Esto es un reto, acompañarse uno mismo y elegirse desde lo que es hoy. Pararse en la vida es super retador, es bravo y lo digo por experiencia propia. Así que gente, permítanse ir por más, por el deseo de querer vivir, por cuestionar todo aquello que la vida te ponga en frente y mejor aún, te cuestiones a ti mismo.  Esto de cambiar no es ser desleal a tus principios o raíces, sino más bien transmutar, y fuera de cosas, también estamos en derecho de cambiar desde lo más esencial de nosotros, y esto debe quedar claro también con el entorno, si a alguien no le gusta el cambio, pues ese es su problema, no el tuyo.
La vida es retadora y eso la hace única. Vivámosla.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Estar bien con uno mismo

 

Hace unas semanas abordé la lectura de dos libros en simultáneo, uno de ellos aborda la forma en que uno como ser humano puede contextualizar el sentir, las emociones y las vivencias; el otro, aborda historias de personas que pasan por un consultorio de psicoanálisis, según cada caso, es así como poco a poco se muestra la manera en que estas personas y el psicoanalista, se escabulleron y abordaron la trama de cada historia de vida en un diván. Llevar la lectura de ambos libros, me invitó a cuestionarme lo siguiente: ¿Cómo puedo estar bien conmigo mismo? y por consiguiente, ello me llevo a la siguiente premisa: ¿Qué es estar bien con uno mismo?

En respuesta a este último cuestionamiento, pues me permito decir que estar bien con uno mismo, proviene del momento donde nos hayamos hecho cargo de todo aquello que nos incomoda, ya sea del pasado o del presente, pero sobre todo del pasado, porque eso significa ya no estar arrastrando una historia, que puede venir quizá desde la niñez, como nuestros vínculos que enlazamos con la familia nuclear, las primeras interacciones con personas “desconocidas”, etc.

Así comencé con empaparme más sobre el tema, y poco a poco he venido aprendiendo ciertas directrices, las cuales son básicas en el ansiado bienestar que buscamos como seres humanos. Cabe resaltar que es una chamba mega intensa e inmensa, debido a que demanda mucho trabajo personal y, sobre todo, compromiso. Por eso como preámbulo, puedo decir que estas líneas no van desde lo que he podido leer, escuchar o asimilar, sino más bien desde la puesta en marcha con acciones y determinación.

Uno debe comenzar, identificando aquello que le hace bien y que no le hace bien. Después nos damos paso a elegir, siendo netamente conscientes de la elección que estamos tomando. Cabe destacar que también podemos elegir aquello que nos hace mal, pero hagámonos cargo de la elección, para que después no jodamos a los demás con nuestros pesares como producto de las decisiones que tomamos. Y es que ocurre, que cuando identificamos que nos hace bien y que no, pues nos vamos volviendo mas conscientes, por lo que, desde ese estado de consciencia, nos podemos permitir tomar decisiones por lo menos mas acertadas y asertivas, así como elegir con quien juntarte, donde quedarte, donde irte y hasta quizá que comer.

Tenemos que estar en un estado responsable, donde nos permitamos identificar a los seres humanos de nuestro entorno y con ello elegir conscientemente los vínculos. En lo personal, me pasa que cuando conecto, converso o interactúo con ciertas personas, a veces, no me quedan sensaciones agradables, por lo que debemos asumir la responsabilidad de hacer algo al respecto – y no es buscar cambiar a esa persona, es ilógico – posicionándonos en primer lugar, porque eso también es estar bien con uno mismo.

Cuando estoy bien conmigo mismo, pues desde ahí estoy bien con los demás; y es que cuando ando de mal humor, con cara de mierda, pues simplemente todas las conexiones se pueden empezar a deteriorar, y eso es irritable, no solo para mí, sino peor aún, también para la persona que tengo en frente. Así que en mí caso, no pongo en nadie la responsabilidad de mi bienestar, esa responsabilidad le compete a uno mismo; aunque definitivamente habrá ciertos momentos en donde como seres imperfectos que somos, podamos y/o debamos recibir el bienestar que otros nos puedan otorgar, y eso también está bien.

En conclusión, estar bien con uno mismo nos conlleva a ser una persona mas equilibrada, dentro de los matices que nos puede permitir el uso de esta palabra como tal. Lo que es sumamente importante, es hacerse cargo de la búsqueda de aquello que nos hace bien, por lo menos a un nivel medianamente consciente, ya que ese podría ser el eslabón que nos permita llevar la vida al siguiente nivel. Dejo en claro, que tampoco debemos caer en el narcicismo acrónico que a veces algunos llevan por allí, porque definitivamente estar bien con uno mismo no conlleva o implica ser perfecto, alguien que nunca la caga o la ha cagado en su vida, y que si el resto no hace las cosas como uno piensa, dice o hace, pues eso lo desvaloriza inmediatamente como ser humano, ese no es el mensaje gente.

Finalmente, te animo a hacer una lista de aquellas cosas que te hacen bien y mejor aún, hacer la lista de las cosas que no te hacen bien – incluso yendo un poco más allá – hacer la lista de humanos que no te hacen bien; de entrada, te digo que no es fácil, porque definitivamente, incluso esa lista, puede tener nombres de los seres por los cuales puedes tener cariño, amor, aprecio o algún sentimiento positivo en juego, pero corresponde alcanzar ese grado de consciencia que nos permita seguir evolucionando como las personas que somos y buscamos ser, haciéndonos cargo de nosotros mismos.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Vivencias

 

Hace once años aproximadamente, ingresé a la Alianza Francesa con la finalidad de aprender francés, en su momento, esta decisión vino abordada por la presión de aprender un idioma fuera del inglés, poco recuerdo de mis motivaciones puntuales para elegir finalmente al francés como una lengua secundaria; ahora, tengamos presente que hace once años, yo era un adolescente de dieciséis años  y permítanme reír  pero cuando uno está en esa etapa, pues adolece de muchas cosas que con el paso del tiempo, nos vamos dando cuenta que finalmente en esos momentos eran solo banalidades; así pues, me encontraba cursando el último año del colegio y creo que como a todos nos ha ocurrido, es en esos momentos donde nos permitimos abordar las decisiones que demarcarán en un inicio, nuestro futuro de vivencias, así llega el momento de la elección de la carrera universitaria, y en mi caso también me cuestionaba si debía seguir en Arequipa o por el contrario partir a Lima en busca de quizá mejores aires para los años que se iban a avecinar, puesto que obviamente siempre van a llegar, ya que no podemos generar un bucle de tiempo como a veces quisiéramos.

Siendo sinceros, pues específicamente el francés no me ha aperturado puertas laborales y esto debido a que tampoco me he enfocado en buscar esas alternativas donde tuviera predominancia; así que desde hace unos años venía cuestionándome el porque en mi adolescencia había deseado aprender este idioma y no haber barajado otra alternativa. Sin embargo, caí en cuenta que cuestionarme esta decisión en la actualidad, no tiene sentido alguno, puesto que el Jorge de ese entonces era otra versión mía definitivamente, así que como cualquier cosa que sufre alteraciones por el tiempo, pues poco sentido tiene analizarla a fondo, mas aún considerando el entorno de ese momento que ya no está, que solo forma  parte del pasado.

De lo que si no tengo dudas, es poder estar conforme con el hecho de no solo haber aprendido francés – que valgan verdades al no practicarlo como debería, pues lo estoy olvidando – sino de haber conocido a personas maravillosas y valiosas en aquella época, cuando uno es chibolo, pues no valora como debería quizá los vínculos, después de tantos años, puedo decir que en esos momentos me permití gestar la que actualmente es mi amistad más longeva, y no me refiero a conocidos o “amigos” que de hecho tengo con mas años de anterioridad, pero seamos francos, por lo menos en mi caso, de los cientos de amigos/conocidos que puede uno tener en las redes, como por ejemplo Facebook, pues en el ámbito de la vida real, alcanza con los dedos de las manos para contarlos a todos. Así que corresponde cuidar esos vínculos y permitirse seguir gestando momentos que vayan fortaleciendo ese lazo.

Mis vivencias en la AFA fueron muchas y conocí a muchas personas con buena vibra, sin embargo, quiero detenerme en el hecho de haber podido conocer a una maravillosa persona, madame Paola, una profesora que hizo que ame, valore y sobre todo aprenda la lengua, era una mujer única y sensacional, era como una segunda madre para cada uno de los que teníamos el gusto de llevar clases con ella. Nunca olvidaré, cuando muy a su estilo nos hizo una corrección rotunda, pues a veces la llamábamos – erróneamente – “La madame”, hasta que nos dijo que esa palabra va dirigida a la dueña del burdel, y que ella no era dueña de ninguno de esos establecimientos, por el contrario, solo debíamos llamarla como madame Pao. Para nuestra edad, al estar con las hormonas alborotadas, fue un jaque inédito cuando nos hizo esa corrección. Cuando con amigos recordamos esos momentos, siempre nos llevamos risas o sonrisas.

Madame Pao tenía una manera única de llegar a las personas y más quizá a nosotros como adolescentes, habiendo sido una profesional en psicología, educación y también cantante. A nivel personal, me permito contar que, en alguno de esos tantos fines de semana, directamente me habló con seriedad y dulzura para decirme que quería conversar conmigo, como una amiga y como psicóloga. Definitivamente vio algunas actitudes en mí, que llamaron su atención. Siempre que íbamos a visitarla a su casa, ya sea por su cumpleaños o solo como alguien quien visita a una amiga, pues nos pasábamos horas conversando con todo el grupo de amigos, y ella era una más de ese grupo de adolescentes, no existía la diferencia de edad. Sin embargo, cada que debíamos mantener esa conversación privada, siempre yo presentaba una excusa para no llevarla a cabo, a esa edad, el miedo pudo más conmigo. Así los meses fueron pasando y la vida nos permitió celebrar solo dos cumpleaños suyos desde que nos conocimos, hasta que una tarde, estando en la universidad, recibí la noticia, que lamentablemente esa mujer tan maravillosa, que la vida me había permitido conocer, pues había dejado este plano terrenal. Escribir estas líneas aún me provocan sentimientos encontrados, para el momento en que recibí la noticia, solo atiné a salir de clases y mirar al cielo en ese ocaso del día, con un profundo pesar y sentimiento, lanzando unas palabras al viento, con la esperanza y vano deseo, que ella pudiera escucharme. Nunca pude contarle lo que en ese entonces fue un suceso de felicidad en mi vida, nunca pude mantener esa charla que venia postergando, nunca pude despedirme y haberle dicho todo lo que hubiera querido. En ese instante, aprendí rotundamente que en la vida lo único seguro, es la muerte. 

La vida tiene esa esencia, todos nos cruzamos en algún momento de nuestras vidas con algunos seres, solo para transitar juntos nuestros caminos por alguna brevedad posible, y definitivamente de esos instantes poder llevarnos algunas o muchas vivencias, momentos y sobre todo aprendizajes. Actualmente miro atrás, y pienso que quizá después de todo, estudiar francés no fue solo por el hecho de buscar migrar al extranjero, sino también de permitirme conectar con personas que al final de cuentas alguna afición al idioma tenían al igual que yo y compartir el rato desde ese gusto, porque sucede que en el colegio no conectamos desde los gustos – sino más bien desde el gusto de nuestros padres, quienes finalmente son quienes deciden a que colegio vamos – como por el contrario quizá puede suceder en la faceta universitaria o en estos casos como aprender un idioma; en la mayoría de casos, es uno mismo quien toma esta decisión motivado hacia ello desde el gusto propio.

Así también aprendí que debemos vivir el presente, no postergar los momentos para un mañana que siempre será incierto, cuando deban ocurrir citas, conversaciones, reuniones, charlas, viajes y todo aquello que la vida nos arrojé encima, pues tomarlo y abordarlo con el mejor de los ánimos, recibiendo las vivencias desde la alegría o la tristeza. Al final, estas siempre nos dejan aprendizajes y es el mejor regalo que podemos tener para finalmente seguir evolucionando.

Así que permitámonos seguir generando vivencias desde lo que nosotros deseamos, porque eso es lo que finalmente en una década o más, cuando veamos atrás en nuestra propia historia, nos podamos permitir momentos de reflexión, teniendo como punto de partida el momento en donde esas decisiones que íbamos tomando con miras a futuro, pues llegado el momento no solo muestren sus frutos, sino también sean puentes que nos permitan seguir creciendo, porque no tenemos limites como seres humanos, no somos seres que actúen en base predominante al instinto, sino mas bien actuamos desde la libertad y el deseo.

Las vivencias son, en el fondo, nuestro único patrimonio real. Todos los días nos puede ocurrir algo decisivo, algo que sin duda modifique nuestra vida para siempre, y mucho de ello vendrá en base a nuestras decisiones. Al final, somos nosotros los únicos dueños de estas, y cuando corresponda dejar este plano terrenal, no nos llevaremos nada, sino más bien solo dejaremos una historia. Hagamos lo posible por que cada día, sumemos páginas de vivencias a nuestra historia, logrando así, que sea un relato que valga la pena contar.